Capítulo X
Aquel día el Sol olvidó ponerse sobre Asgaroth, bajo el cielo gris y opaco se alzaba la imponente fortaleza, desafiando las leyes del universo, todo lo demás era niebla y bruma detestable. Caith, el vigía, se asomó entre piedra y piedra para echar un vistazo mas allá de las murallas, y por mucho que lo intentó no pudo ver más que sombras neblinosas en el vacío, intentó distinguir los cimientos de aquellos muros más allá de la bruma y halló el lugar donde la piedra se juntaba con la roca bajo sus pies, más abajo la vista se perdía hasta el infinito para nunca encontrar tierra firme. Caith sintió vértigo al pensar en la altitud a la que se encontraba y se apartó del Abismo, temiendo que una corriente de aire le arrojara al vacío, para caer en la eterna oscuridad del tiempo y del espacio.
Siguió con su itinerario por la muralla exterior, encogido de frío y muerto de aburrimiento, preguntándose por qué lo hacía puesto que era imposible que un enemigo llegase a la isla por aquel lugar, a menos que supiese volar o montase sobre un dragón de leyenda, hablando de dragones, varias veces en su obsesión por ver algo entre aquel vacío neblinoso había creído ver grandes figuras con alas que planeaban sobre el Abismo, y en su excitación había gritado “¡Dragones! ¡Dragones!” convirtiéndose en el hazmerreír de la tropa y motivo de muchas burlas, le llamaban Caith el Cazadragones y le recibían con estrafalarias reverencias y elogios propios de un héroe.
Sumido en sus pensamientos, Caith se percató de que estaba cerca de la torre donde se reunían todos los que hacían vigilia, alrededor de una fogata. Tenía el cuerpo entumecido por la humedad y el frío y se apresuró para llegar a la torre, <<Por fin voy a poder descansar>> pensó.
Alrededor del fuego unas figuras charlaban envueltos por sus cálidas mantas y se giraron perezosamente para ver quién era el que llegaba. Caith subió las escaleras y el fuego le iluminó dejando ver su roja cabellera.
-Ah, eres tu- Dijo un muchacho corpulento mientras le hacía sitio para apoyarse en la pared desnuda.
-¡Que frío hace!- Exclamó Caith con la voz temblorosa mientras se sentaba, él era un joven más bien flaco y el frío siempre penetraba más en él.
-Alguien tiene que cubrir mi puesto ¿A quien le toca?-.
Los soldados se lanzaron miradas entre ellos, ninguno quería separarse del fuego, tampoco podían encender antorchas porque había que ahorrar aceite. Finalmente uno se levantó y cogió la lanza para hacer su turno.
-Me pregunto cuánto tiempo más seguiremos así- Dijo Caith
-¿Así como?- Preguntó el muchacho gordinflón sin prestar mucha atención.
-Ya sabes, encerrados aquí como ratas, sin apenas comida o algo que nos de calor- la voz de Caith temblaba de frío – hace meses que no veo otra cosa que las paredes de piedra de este maldito castillo, atrapados para siempre en esta niebla como estamos-.
-Llevamos mucho tiempo siendo asediados, tal como estamos creo que esto no tardará mucho más en terminar-.
Después de una breve pausa Caith volvió a hablar – Ya ni siquiera estoy tan seguro de que hayan enemigos ahí fuera, quizás se han ido ya y nosotros estamos aquí pasando hambre sin necesidad – Caith se tomó de nuevo una pausa para decir bien lo que quería expresar – A veces siento como si estuviésemos metidos dentro de una bola de cristal, aislados del resto del mundo ¿No te pasa lo mismo Seth?-.
Pero Seth se había quedado dormido y Caith le dio con el codo para que despertara - ¿Qué?-.
Caith se aseguró de que todos los demás estuviesen durmiendo - Si no salgo pronto de aquí me voy a volver loco, lo juro, tenemos que salir de aquí lo antes posible o puede que nunca lo hagamos-.
De pronto Seth pareció alterado por aquellas palabras y dirigió una mirada tensa a su compañero Caith ¿Era posible que estuviera pensando seriamente en huir? - ¿De verdad quieres abandonar a tus compañeros a su suerte y no luchar junto a ellos? Por no mencionar lo que nos harían si nos descubriesen- Su tono de voz bajó hasta convertirse casi en un susurro.
Caith dibujó una traviesa sonrisa como hacía siempre que se le ocurría alguna de sus brillantes ideas – Yo simplemente no quiero morir aquí encerrado como una rata - Se limitó a decir.
<<¿Pero acaso hay alguna posibilidad de salir de aquí?>> Pensó Seth, la fortaleza de Asgaroth estaba construida sobre una isla en medio del Abismo, tan sólo se comunicaba con tierra firme por tres largos puentes colgantes y los tres estaban constantemente vigilados por los defensores de las murallas en un lado, y los enemigos por el otro – Quítate esa tonta idea de la cabeza, madre mía, va a ser verdad que estás enloqueciendo.
Pero llegados a este punto es necesario aclarar en qué condiciones se encontraban los defensores de aquella singular fortaleza, veréis, hace muchos años hubo una gran guerra en aquella tierra a la que llaman Nifelheim entre hombres y demonios, y hubo una gran batalla final entre ambos bandos ¡Vaya si la hubo que hasta la misma casa de los Aesir retumbó con el sonido de los tambores! En aquella batalla, los hombres salieron victoriosos desterrando por fin a los demonios de este mundo, Lauriel Valdemar, caballero virtuoso donde los haya mató (así dicen los bardos) a Kemyth, Rey de los Demonios, y su grandiosa hazaña dejó por siempre una cicatriz en esta tierra, con aquel golpe de gracia el mismo universo se resquebrajó bajo sus pies, montañas y bosques se partieron en dos dejando una gran cicatriz que recorre de Norte a Sur este remoto lugar.
Aquella gran cicatriz que quedó es conocida como el Abismo y por un capricho de la naturaleza sobre el Abismo quedó una isla de tierra firme a la que llamaron Asgaroth, pronto dicha isla se convirtió en un lugar estratégico de tránsito entre Este, Oeste y Sur por estar situada en medio del Abismo y poder colgar puentes de ella, de este modo Asgaroth pronto se convirtió en una de las más grandes fortalezas del mundo conocido, nunca antes conquistada… al menos hasta ahora.
La torre en cuyos muros descansaban los guardias había sido dañada por las máquinas de asedio, el tejado se había derrumbado y por eso ya no servía para nada más que para que aquellos hombres pudieran resguardarse del frío con una hoguera.
Caith, con la mirada fija en las llamas, se quedó dormido entre aquellas mantas y soñó que algo en el cielo aparecía sobre sus cabezas, era una figura roja y furiosa que se dirigía hacia él con gran celeridad, entonces le vio batir sus alas llameantes y supo que era un dragón de fuego venido del Abismo, venía a sembrar el pánico y la destrucción entre aquellos pobres mortales, entonces descendió como un halcón desde gran altitud dejando tras de sí una estela negra con sus llamaradas, su figura se volvió grande y amenazadora aún a pesar de su lejanía y Caith aunque estaba aterrado no podía moverse, pues estaba en trance, trató de mover los labios y alertar a sus camaradas, pero no pudo emitir sonido alguno, se limitó a seguir la trayectoria del dragón con los ojos y finalmente una voz lejana retumbó en su mente con gran fuerza.
-¡BOLAS DE FUEGO!- Gritó alguien desde una torre y una gran roca llameante pasó rozándola para luego estrellarse contra el suelo haciendo retumbar la tierra.
A ese proyectil le siguieron dos más y se armó un gran alboroto en las murallas “¡A cubierto! ¡A cubierto!” gritaban sin cesar, Caith, cuando hubo comprendido lo que estaba sucediendo se levantó dando un respingo, otra vez arreciaban los bombardeos.
Seth le tiró del brazo para que corriera a refugiarse dentro del castillo, Caith le siguió mirando de soslayo las bolas de fuego que caían desde el cielo, mientras corría por el patio de armas contempló su propia sombra alargarse por el fulgor de los proyectiles, y una vez se estrellaban había una gran explosión de luz y luego un sonido atronador que le cortaba la respiración, aquello le tenía realmente aturdido.
Sin saber muy bien cómo, llegó hasta el torreón más cercano guiado por su amigo y se sintió a salvo al cerrarse las puertas, allí aguardaban muchos soldados en formación, esperando una orden para salir a defender el patio de armas, ni Caith ni Seth eran realmente soldados, simplemente el destino les había llevado hasta aquel horrible lugar sin quererlo.
De vez en cuando un proyectil impactaba sobre sus cabezas e instintivamente todos daban un respingo temiendo que el techo se les viniera abajo, sin embargo al final siempre caía polvo sobre sus cabezas, avisando del peligro que corrían. Los muros de Asgaroth estaban protegidos por fuertes encantamientos y no eran fáciles de derribar, pensaban ellos, pero las monstruosas máquinas de asedio de los dullahan bien sabían los dioses que les estaban haciendo picadillo.
A la cabeza de los 200 o 300 hombres de armas que allí aguardaban se colocó un caballero portando un rico estandarte, su vestimenta era igual de ilustre y colorida mientras que su gran yelmo inspiraba temor. Un, dos, tres, cuatro ¡OH! ¡Ese ha caído cerca! Cinco, seis, siete y hasta ocho cayeron, y entonces se hizo el silencio.
-¡Malditos dullahan!- Se oyó decir al caballero, su voz sonaba apagada bajo el yelmo.
Al cabo de unos minutos de incertidumbre el caballero mandó a Caith y Seth a mirar lo que había sucedido allí fuera, ambos salieron con el miedo todavía en el cuerpo y contemplaron los destrozos que habían provocado, algunas torres tenían grandes boquetes y otras estaban incendiadas, Caith contempló con asombro un enorme socavón humeante a tan solo unos metros de donde habían estado, el bombardeo había cesado.
Aquella noche Caith no pudo dormir, se quedó tumbado en la oscuridad del vestíbulo oyendo los incesantes ronquidos de sus compañeros, este detalle no sería importante de no ser porque dormían más de cinco decenas de personas en aquella sala, pensó en lo que le había dicho Seth, “esto no tardará mucho mas en terminar” y era cierto, Caith sabía que tal como estaban yendo las cosas allí dentro no le quedaban más de cuatro días de vida, los dullahan terminarían por derribar con sus bombas las barbacanas que defendían las tres entradas al castillo y cuando lo hiciesen, entonces avanzarían con sus ejércitos. La idea de verse luchando por su vida en aquellos pasillos le aterrorizaba, <<No, no pienso quedarme aquí ni un solo día mas >> Se dijo Caith.
Todo estaba oscuro, miró a su derecha y en la pared de piedra vio la sombra de un guardia sujetando una lámpara, un minuto después éste se fue, aquella era la señal que esperaba para actuar. Se levantó y trató de salir sigilosamente de la sala, esquivar los cuerpos no era tarea fácil y llegó a pisar una pierna, pero su dueño no llegó a despertarse, siguió hasta llegar a la esquina y se asomó discretamente por el pasillo iluminado. Parecía que no había nadie allí, se preparó para avanzar pero de repente una mano se le agarró a un pie, dándole un vuelco al corazón, se giró para ver quién le había cogido y se dio cuenta de que aun estaba dormido, con cuidado trató de zafarse pero lo único que logró fue que se le abrazara aun mas, finalmente se soltó y se preguntó por qué se preocupaba tanto, si podía fingir que iba a las letrinas <<Prefiero que no me hagan preguntas>> pensó.
Caith avanzó por el pasillo fingiendo normalidad, por un momento dudó qué iba a hacer a continuación <<Sé que hay una salida secreta, pero no se como llegar>>, en sus aburridas tardes de guardia por las murallas había visto con asombro una delgada línea que unía la isla con el continente, muy por debajo de sus pies, aquello sin duda debía de ser un puente secreto, y tenía que encontrarlo. Sabía que debajo del castillo habían unas mazmorras, allí debía de haber un camino que le llevase a la libertad.
Recordando el plan que había ideado fue al final del pasillo para bajar las escaleras al piso inferior, en las escaleras se cruzó con un temible caballero y con la voz alterada por el susto le saludó, sin embargo éste ni siquiera llegó a mirarle y Caith murmuró una maldición.
Ya estaba en el piso inferior, en el siguiente cruce dobló a la izquierda y siguió todo recto hasta llegar a una habitación semicircular con letrinas en las paredes, el alivio de haber llegado hasta ahí hizo que de verdad tuviera ganas de hacer sus necesidades y se sentó en el agujero que vio mas limpio, sentado en aquella indecorosa postura se preguntó si de verdad quería salir de allí o tan sólo buscaba evacuar, pensó con calma en los lugares por los que iba a pasar a continuación y las dificultades que podrían surgir, cuando ya hubo terminado un sonido profundo y lejano le indicó que el excremento había caído en algún lugar grande y con agua, aquello le dio una brillante idea, abrió la tapa de la letrina y observó el agujero grande y rectangular que tenía debajo, era profundo y oscuro, y por qué no decirlo olía muy mal, demasiado mal como para querer meterse ahí, así que desechó la idea y bajó la tapa de madera.
Todavía asqueado por el olor salió de las letrinas y respiró aire fresco, ya estaba de nuevo en el pasillo y por un momento simuló estar regresando al vestíbulo muy despacio, asegurándose de que no hubiera nadie alrededor, entonces vio la sombra del caballero con el que se cruzó, bajando las escaleras por las que había venido y supo que tenía que actuar rápido o aquella noche tendría que volver a la cama. Huyendo del caballero siguió por el pasillo de la izquierda, allí habían unas escaleras y las bajo como si tuviera derecho a merodear por ahí, no sabía muy bien adónde iba.
Ya había bajado otro piso, ahora estaba frente a un pasillo ricamente decorado, habían alfombras rojas por el suelo y las paredes no estaban desnudas <<¿Estará por aquí el señor del castillo?>> Caith por un momento lo creyó así pero luego le pareció mas lógico que este habitase en la torre más alta. De pronto Caith se sorprendió a si mismo caminando por aquella alfombra de forma temeraria, ¿Qué diría si le viesen por allí? En cualquier momento podría aparecer alguien de una esquina o saliendo de una habitación. Su valentía duró hasta que escuchó a dos hombres hablando, no sabía de dónde venían y sus palabras sonaban cada vez más cercanas, entonces vio dos sombras proyectarse frente a la esquina más próxima y supo que tenía un par de segundos para esconderse, así que entró en la habitación mas próxima y cerró la puerta tras de sí, preguntándose si lo había hecho a tiempo.
Caith comprobó que no había nadie en la habitación, por las estanterías y las armas colgadas en ellas dedujo que aquello era una armería, en el suelo había un yunque, quizás eso era el taller de un herrero. Entonces oyó voces al otro lado de la puerta y pegó la oreja.
-No sé que planea pero te juro que no me gusta ni un pelo- Aquella era una voz profunda, sonaba apagada como si llevara un yelmo en la cabeza.
-La verdad, no te entiendo, empiezo a pensar que has perdido la cordura Harald- Esa voz sonaba mas joven, igualmente llevaba un bacinete en la cabeza.
Súbitamente ambos callaron, pues escucharon los pasos de alguien que bajaba por donde había venido Caith, supuso que era el caballero con el que se cruzó por las escaleras por el sonido metálico de sus pasos, entonces nuevamente murmuró una maldición ¿Acaso le habían descubierto?
-Ah, eres tú Cay- <<¿Caith, se llama como yo?>> luego se percató de que su nombre era Cay y no Caith.
El Caballero del Escalón Sagrado habló- Que extraño, hace un rato me crucé con uno de esos imbéciles del vestíbulo, supuse que iba a las letrinas, pero acabado de mirar y no esta ahí- Caith se maldijo a si mismo por necio, su plan hacía aguas por todas partes, quizás debió haberse deslizado por la letrina.
-¿Has mirado dentro de las habitaciones?-.
-Estoy en ello-.
-Harald, voy a ayudar a Cay a buscar a ese desaparecido ¿Harás la guardia tu solo?- Caith temblaba de miedo.
-Descuida-.
Caith temió entonces que alguno entrase en aquella habitación y le descubriese pero para su alivio los pasos sonaron lejanos, ya no había peligro. Con las manos aún temblorosas cogió una de las lámparas de la pared y echó un vistazo alrededor, ya que estaba muy oscuro <<Esto se pone serio>> no sabía muy bien cómo iba a salir de esta, sobre el papel todo era muy fácil pero las cosas se estaban torciendo, en aquella armería había multitud de cosas que podía utilizar, lanzas, espadas, escudos, hachas… se preguntó si podía llegar a matar a alguien con tal de escapar, inmediatamente después se dijo a si mismo que era una estupidez. Estaba mirando los cachivaches cuando de pronto apareció un caballero de brillante armadura delante de sus narices y Caith gritó algo que no sería adecuado repetir aquí, pronto se dio cuenta de que aquello no era mas que un maniquí con armadura.
Recuperado del susto, Caith pensó que disfrazándose de caballero quizás pudiera llegar a las mazmorras sin que le reconociesen, en unos minutos trató de ponerse aquella complicada armadura, cuando terminó se percató de que le sobraban una o dos piezas que no sabía muy bien dónde ponerlas <<Me queda muy grande>>.
Caith dio un par de vueltas a la armería con el fin de acostumbrarse a caminar con aquella cosa puesta, no era tan pesada como creía, de hecho era bastante ligera. Sin embargo surgió un nuevo problema cuando se puso el casco, pues tan sólo veía lo que tenía justo en frente, trató de verse las manos y tardó bastante en ubicar la mirada <<Esto es absurdo>> pensó.
Con la espada ya al cinto salió de la armería cuando creyó que no había nadie, ya estaba de nuevo en el pasillo, caminó un trecho simulando hacer guardia con una mano en la empuñadura, al llegar a una intersección vio un largo pasillo que acababa en una hueco de escaleras, siguió por ese pasillo alegrándose de que no hubiese nadie, o eso creía él, porque a mitad de camino un hombre situado a su derecha le saludó y él ni siquiera llegó a verlo, pasó de largo sin contestar, temiendo que su voz le delatara, después de alejarse le oyó maldecirle a sus espaldas ¿¡Acaso el caballero de las escaleras no llegó a verle la cara!?
Llegó por fin a las escaleras y bajó uno, dos, tres, cuatro pisos hasta que ya no encontró mas escalones <<Aún no he bajado lo suficiente>> Se dijo. Ahora se encontraba nuevamente frente a un pasillo y en frente suya dos guardias vigilaban la entrada a una zona mas oscura, Caith se alegró de llevar una lámpara pues aquello parecía una entrada a las mazmorras ¿Le dejarían pasar?
-¡Alto quién va!- Gritó uno de ellos, a Caith le intimidó que gritara con tanta hostilidad.
Caith se acercó a ellos sin contestar, algo en su interior le decía que su voz le delataría.
-¡Alto quién va!- Volvió a gritar, esta vez con una mano en la empuñadura.
Tenía que improvisar algo o aquellos hombres le matarían.
-¿Es que acaso no reconocéis a vuestro señor?- Dijo Caith sorprendiéndose de lo temible que podía llegar a sonar su voz detrás de aquel metal.
El guardia parecía desconcertado -¿Quién sois? ¡Identificaos!-.
Caith dudó qué hacer, su cabeza daba vueltas y se sentía tentado a confesarlo todo antes de que fuera demasiado tarde, sin embargo se armó de valor e intentó algo desesperado.
Desenvainó su espada, para sorpresa de los guardias y les enseñó el pomo de la empuñadura, el cual tenía grabado un símbolo, Caith notó que era la letra C – Soy Cay el centinela, Harald me ha dicho que eche un vistazo a las mazmorras pues se rumorea que un espía del enemigo anda merodeando por aquí – Caith se sorprendió de lo convincente que había sido.
Los guardias parecían estremecidos, al cabo de un rato uno de ellos dijo - ¿Un espía? ¿Cómo? Sir Conrad defiende el camino secreto ¿Cómo ha entrado?-.
-No lo sé, eso he venido a comprobar amigo, podría ser un asesino y mi señor no podría dormir una noche más sin que yo le traiga su cabeza-.
-No vayáis solo, pedid a alguien que os acompañe, este lugar… es… peligroso…- Le advirtió el guardia, enigmático mientras abría la puerta de la verja con gran estruendo.
-No temáis por mi- Caith tragó saliva y entró encontrándose solo en aquella oscuridad…