NOTA DE AUTOR: Si ya tardé bastante en publicar el capítulo anterior, con este más, pero para compensar la tardanza este es más largo, con 6 páginas en el Word (Letra Times New Roman, 12). Yo también me estoy animando más a escribir, ya que me queda poco para comenzar a desarrollar más la historia.
Espero que les guste.
Capítulo VIII
-¡Despierta!- Gritó Veyron- ¡Despierta ya hombre!-.
-¿Qué ha pasado?-.
-Que ya hace tiempo que es de día, y tu aquí durmiendo todavía ¿Estabas teniendo una pesadilla o algo?-.
-¿Por qué lo dices?- Preguntó Azherald extrañado.
-Porque no parabas de moverte y creo que hasta has llorado y todo-.
Azherald se limpió la cara lo más rápido que pudo y se puso rojo como un tomate -¿Qué dices? Es que anoche hizo calor y estoy empapado en sudor. He tenido una noche horrible-.
-¡Pero qué dices tú! ¡Yo casi me muero de frío! Mira – Señala su cama – Anoche cogí tres o cuatro mantas y sólo así mantuve el calor.
-Tu lo que eres es un friolero- Azherald se levantó y estiró los brazos.
-Venga vamos a desayunar-.
Azherald siguió a Veyron por los intrincados pasillos de la torre hasta llegar frente a una sala de donde venían ruidos de gente hablando, se trataba de un gran comedor donde se reunían todos para comer, como era ya media mañana estaba casi vacío, tan sólo había una mesa ocupada por un grupo de personas.
Veyron y Azherald entraron y se sentaron en la mesa donde aún había gente, los demás eran casi todos marineros de Irongrave que ya habían desayunado y se encontraban allí charlando.
-…Aún no me creo que sigamos vivos- Comentó uno de ellos.
- ¡Te digo que había algo en el agua, vi una silueta que me dio escalofríos!- Insistía el más viejo de todos, un hombre tuerto con una voz ronca y áspera.
- Deja de decir tonterías, ayer no se veía un carajo con aquella tormenta-.
-Cuando todo el mundo salió corriendo a salvar el culo dentro del barco, yo me quedé en el mástil y lo vi- El tuerto daba un golpecito en la mesa cada vez que terminaba una frase y hacía multitud de gestos con las manos, como señalar y levantar el dedo en tono amenazante.
- ¿Pero qué demonios viste, Elbrus? Dilo de una maldita vez –.
Elbrus cruzó los brazos y se apoyó en el respaldo de la silla, pensativo – Era el Kraken-.
Sus compañeros reaccionaron enseguida con incredulidad - ¡Venga ya! ¡Siempre dices lo mismo!-.
-¡Creedme, esta vez va en serio, aquella mancha enorme la vi con mis propios ojos y sólo pudo haber sido la Bestia!- El viejo se ponía rojo como un tomate y señalaba su único ojo con tanta energía que parecía a punto de sacárselo.
- Habrá sido tu imaginación ¿Cuántos dedos ves? – El marinero enseñó tres dedos y medio queriendo reírse del tuerto (le faltaba medio meñique que le habían amputado).
Elbrus tuvo que esforzar al máximo su ojo para poder ver su mano, a pesar de estar el otro a unos escasos 5 metros – 2 y medio –.
-¡Pero si estás mas ciego que un topo! ¿Tu que demonios vas a ver?- Se rió el otro marinero.
Azherald escuchaba la conversación desde la otra punta de la mesa - ¿De qué están hablando? -.
-Ni idea, chorradas de lobos de mar- Contestó Veyron rascándose la cabeza.
-He oído algo sobre un Kraken, y el viejo ese no hace más que gritar y gritar, no es bueno para alguien de su edad, le va a dar un ataque de ansiedad-.
-No les hagas caso y termínate la sopa-.
Azherald se quedó mirando a Veyron asombrado - ¿Desde cuándo me das órdenes TU a MI? Voy a tener que recordarte quién manda aquí – Azherald hizo amago de quitarse una bota para tirársela.
-Ni lo intentes, no puedes conmigo abuelo- Le desafió Veyron con una sonrisa.
Azherald cogió a Veyron desprevenido y le dio una colleja en la cara – Toma – Dijo aguantando la risa – Para que aprendas-.
Veyron fue a devolverle el golpe con intereses cuando una voz le sorprendió con el puño en alto.
-Os estaba buscando ¿Dónde os habíais metido?- Era Lenna.
Veyron se quedó inmóvil- ¿Para qué?-.
-¿Qué te ha pasado en la cara?- Veyron tenía una mejilla roja.
-Ah ¿Esto? Nada que me di un golpe anoche-.
Azherald intervino – Sí, piso una escoba por accidente y le dio en la cara-.
-No le hagas caso, hoy esta insoportable-.
-¿Cómo que no me haga caso? ¡Será cabrón!-.
-Bueno ¿Qué querías entonces?- Preguntó Veyron.
-Necesito que me ayudéis con mi equipaje, son demasiadas cosas para mí sola-.
Veyron y Azherald la fulminaron con la mirada ¿Acaso los había tomado por pajes?
-Ningún problema, Veyron ve adelantándote que yo iré cuando me termine la sopa- Dijo Gabrandt.
-No, tranquilo yo te espero-.
Una vez Azherald terminó de desayunar subieron a recoger las maletas de Lenna que estaban delante de su habitación.
-¿Adónde crees que vas con todo esto?- Preguntó Azherald desolado al ver el equipaje – No nos vamos de vacaciones por ahí ¿Sabes?-.
-¿Qué? Tampoco es para tanto, vamos a estar una larga temporada fuera, es normal ¿no?-.
-¿Normal? ¡Vas a necesitar un par de mulas para viajar con esto! Lo normal es algo que tu mismo puedas llevar, al menos para un soldado es así, pero por esta vez pase, vamos Veyron – Azherald y Veyron cogieron todas las maletas como mejor pudieron y se pusieron en camino - … si cada uno llevásemos lo que nos diese la gana nos pudriríamos en el fondo del mar etcétera etcétera- Azherald siguió con su verborrea durante todo el camino - … porque ir cargado de cosas inútiles hace que todo el mundo tenga que esperar por ti y en la guerra es vital desplazarse rápido-.
En aquel momento habían llegado ya a la puerta desde donde entraron a la torre, que ahora se encontraba abierta de par en par con gente atareada yendo y viniendo de la caverna. Entonces apareció Vander.
-Ah, hola ¿Qué tal la noche? Dejadme que os ayude con eso – Vander hizo un conjuro y las maletas se fueron con él, levitando sin esfuerzo, haciendo que Azherald y Veyron se quedaran mirando con cara de tontos.
-Espera Vander, yo te digo dónde las pones – Dijo Lenna mientras seguía a su hermano.
-Se ríe de nosotros- Comentó Azherald después de un rato.
A primera hora de la tarde ya estaban listos para zarpar, la flota entera se había aprovisionado de cajas y cajas llenas de velas rojas que fabricaban en Arienweld, la oráculo les aconsejó, que cada vez que desearan hablar sobre Kemyth hicieran un círculo con ellas, para así evitar que éste descubriese sus planes, y eso les daba cierta ventaja, la de la sorpresa mayormente.
Soltaron amarras y la flota puso rumbo al exterior, liderada por el Irongrave a través de un angosto túnel. Finalmente abandonaron la oscuridad de las cavernas y se vieron deslumbrados por la luz del Sol, aquel era un día radiante como no lo había desde hacía varios días atrás.
Azherald y los demás se reunieron en el camarote del capitán (que por cierto lo ocupaba Irongrave y era 4 o 5 veces mas grande que el de Gabrandt) para repasar el plan de ruta.
Comenzó exponiendo su idea apoyándose en un mapa - Ahora vamos rumbo al puerto de Alandria, allí desembarcaremos y esperaremos a que llegue el mariscal Steiner con sus hombres, una vez estemos todos nos organizaremos y previsiblemente nos pondremos en camino hacia la capital, pasando antes por la Gruta del Eco para asegurar los intereses del Rey.- Aquel plan no incluía demonios milenarios ni gaitas por el estilo, era una cosa práctica, discreta.
-La gran incógnita es qué hacer una vez pisemos tierra, no conocemos el terreno ni la estabilidad política del país, tengo la certeza de que el enemigo nos supera ampliamente en número, es probable que tengamos que buscar apoyos locales, el problema es que si somos demasiado cautelosos no llegaremos a tiempo antes de que Nifelheim caiga- Azherald nació para esto.
-Entonces tenemos dos opciones: llegar lo más rápido posible a la capital y sorprender a los atacantes o ir poco a poco asegurando terreno y engrosando nuestras filas con los ejércitos del país- Azherald terminó de exponer y se apoyó en la mesa esperando a que alguien dijera algo.
Fue Veyron el primero en hablar – Hasta donde yo sé, hay un gran vacío de poder en Rune-Nifelheim, puede que tengamos problemas para contar con el apoyo de los líderes locales, algunos de ellos pueden llegar a resultar demasiado influyentes y no aceptar nuestra autoridad-.
-Yo no lo veo así, si se supone que la nación está pasando por, como dices tu, un vacío de poder, debería de haber una gran inseguridad, la población agradecerá a cualquiera que sepa instaurar el orden, por lo tanto no deberían vernos como una amenaza sino como una fuerza liberadora venida para traer de vuelta dicho orden y hacer justicia- Discrepó Azherald.
-Estoy de acuerdo contigo en eso, pero precisamente es en ese clima de inseguridad que has descrito en donde yo digo que surgen ciertos caudillos indeseables, cuando un campesino busca un señor que le proteja, busca a alguien con un cierto número de lanzas en su haber, es entonces cuando cierta gentuza del ejército llega al poder – Se detiene para coger aire – No puedes esperar gran ayuda de esos déspotas, saben que su poder no es legítimo y les interesa que el país siga en ese estado de confusión porque les enriquece-.
-Veo que no tienes en muy buena estima al ejército runedano3 ¿Acaso no cuentas con su patriotismo, con el sentimiento de nación?-.
-Puede que en su escala de valores el amor propio esté por encima de la patria-.
-Olvidas que los runedanos son famosos por su gran disciplina, olvidas a los Caballeros de Rottenheim, ellos jamás se desentenderían de la patria-.
-No me seas ridículo, sabes que todas esas historias sobre los caballeros de Rottenheim están mitificadas y no corresponden con la realidad. Éstos no son ni la décima parte del ejército de Rune-Nifelheim que por cierto, hasta hace relativamente poco era feudal, así que de patria no hay mucho-.
Siguieron dialogando de este modo Azherald y Veyron, mientras los demás intercambiaban la mirada a uno y otro lado con cara de atontados a medida que éstos hablaban. Tan sólo pararon cuando Azherald se mareó y tuvo que salir a cubierta, entonces ya estaba anocheciendo. Las velas apenas se hinchaban.
Al día siguiente el viento casi no sopló en todo el día, esto unido al exceso de tonelaje provocó que la flota navegara excesivamente lento. Irongrave no se lo explicaba, normalmente en aquella época del año el mar estaba revuelto, pero el panorama era todo lo contrario, es decir, cielo despejado, mar en calma y quizás también una ligera brisa por sotavento.
Los hombres estaban que no se sostenían de aburrimiento, el aburrimiento duró hasta que alguien de la vieja guardia propuso organizar un torneo y practicar con la espada, como en los viejos tiempos. A medida que desfilaban los contrincantes afloraban entrañables recuerdos del pasado, piques memorables, multitud de anécdotas y de historias que aguardaban momentos como aquel para salir a la luz y provocar una carcajada o dejar con la boca abierta a los más jóvenes.
Era lo que todos estaban esperando, un momento en el que pudieran relajarse y hacer comunión, darse cuenta de que uno lleva toda la vida luchando codo con codo con la misma gente, compartiendo alegrías y tristezas, defendiendo la vida del prójimo como la propia, y la de los hijos de éstos, y la de los hijos de sus hijos.
Puede que pase el tiempo y dudes, pero las viejas amistades nunca se pierden, eso es lo que debían de pensar los más veteranos en aquella reunión, muchos de los cuales no se habían visto en años y sin embargo parecían no haber cambiado en absoluto.
Azherald miró a su alrededor y contempló lo que había creado, muchos de aquellos hombres tenían su misma edad y eran compañeros suyos de la academia de caballeros, éstos eran los más leales y de mayor rango, poseían la voz de la experiencia y atemperaban a los más jóvenes. Tenían una confianza ciega en su líder, prueba de ello es que aún le siguen después de tantos años de servicio a sus espaldas.
Otros vinieron más tarde, cuando Azherald comenzó a subir en el escalafón militar y el número de hombres a su mando aumentó, muchos de ellos eran muy experimentados, pero no formaban parte de esa élite de la vieja guardia. Su mayor ventaja era su juventud que les permitía estar en mejor forma física que ellos.
A estos dos grupos que eran alma del ejército le seguía otro mas, el de los escuderos que por su falta de experiencia aún no habían sido armados caballeros, normalmente eran jóvenes recién salidos de los cuarteles o hijos y sobrinos de otros soldados más veteranos que eran adiestrados por ellos mismos. No se puede esperar de ellos que tengan tanto coraje como la vieja guardia, tampoco están plenamente desarrollados físicamente.
Uno a uno los contrincantes fueron desfilando a lo largo de las rondas, si uno ganaba un combate se clasificaba para la siguiente ronda y así sucesivamente. El juego consistía en que alguien voluntario o elegido aleatoriamente retaba a otro caballero a un duelo con espada, después del combate otro voluntario o alguien elegido por la fuerza retaba a otro caballero, así hasta que todos hubieran luchado, luego los clasificados para la siguiente ronda se retaban entre ellos, este proceso se repetía hasta que ya sólo quedaba uno.
Era fácil lesionarse usando armas de verdad, así que tenían una serie de normas para evitar accidentes, por ejemplo, estaban prohibidos los golpes verticales o apuñalamientos, tampoco se permitía el contacto físico, como patadas o cabezazos. Gana el que logra dar primero tres golpes al rival.
Tras varios combates, Azherald se levantó de su asiento y se puso en el centro del círculo, donde se colocan los que quieren retar a alguien. Miró a las caras de sus posibles rivales mientras decidía a quien escoger. Se formó una gran expectación, pues todos estaban ansiosos de enfrentarse con el general y demostrar su valía, era una buena oportunidad. Finalmente los ojos de Azherald fueron a parar a Veyron, que se encontraba en segundo plano charlando animadamente con otro caballero.
- Veyron, te reto a un duelo – La reacción de los demás fue de gran expectación, puesto que los combates entre Veyron y Azherald eran un auténtico clásico y siempre eran muy comentados.
Veyron, al que el desafío le pilló algo desprevenido, se levantó y se tomó su tiempo para responder.
- Acepto – Dijo mientras se ajustaba los guanteletes.
Los hombres respondieron con aplausos y gritos de júbilo la respuesta de Veyron mientras los contendientes escogían sus armas de las que había en una mesa. Azherald esperó un poco para ver lo que elegía Veyron, y éste a su vez hizo lo mismo, pronto Azherald se dio cuenta y se decantó por una espada ancha. Veyron, después de haber visto la elección de su contrincante agarró una espada idéntica y un escudo pequeño.
Azherald y Veyron caminaron hacia ambos extremos del círculo y se dieron la vuelta, algunos de los presentes daban gritos de ánimo a uno u otro, intentando no faltar el respeto. Era evidente que Azherald estaba en desventaja, él solo tenía una espada mientras que Veyron además llevaba un escudo, pero justo cuando éste fue a sugerirle que escogiera otra arma, Azherald desenvainó una daga de dos palmos oculta en su cintura, para sorpresa de Veyron.
Algunos de los espectadores reconocieron esa daga, era la que siempre llevaba Azherald a todas partes, nunca salía de casa sin ella, cosa que sabía muy bien Veyron, aunque aún así se sorprendió al verla.
- Ya veo lo que quieres hacer – Dijo Veyron mientras se ponía en guardia, éste conocía muy bien la destreza de Azherald con la daga y la espada, por eso casi nunca llevaba escudo pues su mayor habilidad era esquivar o detener cualquier golpe sin la ayuda de éste.
Aún no había comenzado el combate, pues ninguno de los dos se había movido de su posición aún, ya que hay que dar un paso al frente cuando estas preparado. Finalmente fueron los dos casi al unísono los que empezaron a caminar en círculo, tanteándose el uno al otro.
El duelo había comenzado.
3. Runedanos es el nombre que se les da a los habitantes de Rune-Nifelheim, que no Nifelhenses, por el motivo de que la mayoría de ellos son descendientes de los antiguos Rune de Glast Heim.