Cabe recordar, Letras rojas = sueños.
Capítulo 9: Un joven guerrero.
Y ahí seguían los dos, como hermanos, el mayor aplazando sus deberes para acompañar al menor, aún luchando contra la parca, había pasado una semana, y no se registró la aparición de nada extraño o más bien, nadie. Aún así la situación era estresante, tenían seis muchachos desaparecidos, uno en estado de coma y dos personas muy peligrosas rondando por doquier. En peligro de muerte, Esiar revivía momentos de su vida...
- ¡Feliz cumpleaños hijo! - Decían sus padres, el pequeño Esiar había cumplido cuatro años. - Ya eres todo un hombrecito. - Se alegraba su madre.
- Toma, hijo. - Recordaba a su padre entregándole una daga, en su funda. - Te enseñaré a manejarla.
- Gracias. - Respondía, con cierta dificultad al pronunciar las palabras, como todo niño. - Los quiero.
- Y nosotros a ti...
- ¿Cuándo crees que debemos decirle la verdad? - Esiar estaba escuchando en secreto una conversación de sus progenitores.
- Aún es muy joven para entenderlo, hay que esperar un poco más, querida.
- Espero que no le afecte.
- No, él es especial y sabrá su definir su destino...
- Bien Esiar, hoy empezaremos con tus lecciones, llegó la hora, puedes extraer la daga de su funda. - El joven de cinco años asintió, su inexperiencia le jugó una mala pasada, cortándose la mano en el intento. Empezó a llorar. - Ya, tranquilo, sólo es un rasguño, nosotros los guerreros no debemos llorar.
- Pero yo no soy un guerrero.
- Claro que lo eres, esto no se define en el tamaño, edad ni habilidad de una persona, son tus ganas de superar lo que se te interponga las que cuentan, recuerda, la fortaleza de un espadachín reside en sí mismo. Solo saca fuerzas de donde no las tengas. Ahora, sécate esas lágrimas, y no te preocupes por ello, es superficial, las verdaderas heridas se las hacen las personas mismas y a sus seres queridos, con sus miedos, dudas, vacios. ¿Entendiste?
- No.
- Jaja. Aún eres un niño...
- Excelente, ha pasado un año y mírate, ya puedes alzar la espada. Y pensar que hace unos meses no podías levantarla.
- Para mí sigue siendo pesada.
- ¡Niños! ¡La cena está servida! - Gritaba desde la puerta, mamá. - Me parece un poco inhumano tu entrenamiento, solo tiene seis años. - Comentaba ya, todos estaban en la mesa.
- Pierde cuidado, Esiar progresa rápido.
- Sí, lo sé, sin embargo me da nervios cada vez que lo veo sujetando esa espada que lo supera en estatura, algún día quedará con un brazo si pasa algo.
- Bueno, bueno. Si te parece más seguro, seguirá entrenando con la cobertura.
- Pero eso pesa por lo menos unos veinte kilogramos más. - Reclamaba Esiar.
- Hey, discute con tu madre, fue idea de ella.
- Sí, claro, ahora quieres lavarte las manos. ¿No? Dormirás con los pecos...
- Hoy es el día, después de largas y estrictas sesiones, presentarás tu prueba para ser Swordman. No te pongas nervioso.
- Nosotros te esperaremos aquí, sabemos que lo lograrás. No te dejes intimidar por el ambiente.
- Ya verán, seré un gran guerrero. - Dijo con toda seguridad, mientras entraba a la Guild de Swordman.
Una vez adentro, lo recibió un rostro desconocido para él pero no para quien sería su mentor.
- Hola señor Lord Knight.
- Vaya, así que sabes distinguir clases. Bien, me llamo Cid y seré tu censor de examen. ¿Cómo te llamas?
- Esiar.
- Entonces Esiar, la prueba en sí es simple. Tienes siete minutos para atravesar nuestra mazmorra. - Le explicó señalando un terreno mohoso, que tenía como un abismo dentro. - Se divide en tres partes, cada vez que pases una se te agregará un minuto a tu tiempo. No te preocupes por la altura, está protegido por un hechizo, si te caes regresarás al principio de ese nivel pero claro, el tiempo seguirá corriendo. Ve con cuidado y si tu alma es noble, pasarás sin duda.
- Gracias, lo haré. - Empezó a caminar por lo que tenía por piso, era resbaloso y estrecho, parecía una telaraña, varios caminos que conducían al segundo nivel. Concentrado, siguió avanzando de costado, se acercaba más y más y cuando iba a llegar...
¡Quedan seis minutos!
Ese grito le hizo perder el equilibrio y caerse, volviendo al inicio del recorrido, esta vez aceleró el paso, midió su tiempo y se detuvó, para el grito de que le quedaban cinco minutos, accedió a la segunda fase. Un madero muy largo que se extendía a lo lejos, debería haber por lo menos doscientos metros, como si caminará sobre "la tabla floja". No iba ni por la mitad cuando le quedaban cinco minutos de nuevo, ya que al pasar "la telaraña" se le agregó un minuto de los cinco que le quedaban anteriormente. Cruzando el medio empezó a soplar un viento un tanto fuerte. Quedaban cuatro minutos. La corriente de aire se hacia más potente a medida que seguía, finalmente un ventarrón lo tumbó, reaccionó rápido y logró sujetarse a "su camino" y ese viento despiadado seguía ahí, asemejando a una persona que lo jalaba de los pies al abismo. Usando la tremenda brisa a su favor, subió y completó la segunda parte. Restaban tres minutos prácticamente. La tercera etapa no parecía tan difícil pero al dar unos cuantos pasos se dio cuenta de que el piso atrás de él empezaba a caerse, corrió lo más que pudo evitando algunos huecos del suelo. Llegó a tiempo. Por arte de magia fue transportado a una sala, Cid estaba ahí.
- ¡Felicitaciones! Pasaste la prueba. Acércate. - Así lo hizo, Cid pusó su mano sobre la cabeza de Esiar. - Yo, Cid de la caballería real de Prontera te asciendo a Swordman por demostrar lo que vales. Levanta tu espada con honor y defiende lo justo por encima de todo. Que los Dioses te premien si mantienes este camino.
- ¿Y si no?
- No seas pesimista muchacho, ahora toma tu vestimenta.
Esiar salió de allí, abrazó a sus padres y estos le correspondieron...
Todo seguía su curso, hasta que nuevamente, la sombra de ese recuerdo se asomó de imprevisto a sus sueños.
- ¡¡¡Aaaaarghhhhhhhhhhhh.!!!
- ¡Suéltala bastardo!
- COMO QUIERAS. - Dijo un anciano, que sujetaba una especie de tableta de piedra. Esta vez recordó un poco más, el anciano tenía piel morada, como putrefacta y una especie de espíritu maligno lo rodeaba. Arrojó a su madre y luego a su padre al aire. El también desapareció. - JAJAJA. DIEZ MENOS, QUEDAN DOS.
- ¡Mamá! ¡Papá!...
- ¿Dónde estoy? - Todo estaba oscuro a su alrededor. Era lo único que repetía.
- JAJAJA
- ¡¿Quién esta ahí!? ¡¿Quién es!?
- ¿NO ME RECUERDAS? POBRE HUÉRFANO.
- ¡Eres tú! ¡Él que mató a mis padres! ¡Muéstrate cobarde!
- ASÍ QUE YA HICISTE MEMORIA, SABER QUE TÚ SIGUES MOCOSO. - De repente, algo sujetó el cuello de Esiar, tratando de sofocarlo, trató de liberarse pero no sabía donde se encontraba su enemigo. Ejerciendo más presión, estaba a punto de perder la consciencia en un sueño.
- ¡Despierta!
"¿Qué es esa voz?... Me pareció haberla escuchado antes."
- ¡Despierta, Esiar!
"Sí, lo reconozco, es mi maestro."
- ¡Despierta! O te haré limpiar el castillo...
Todos entraron de golpe, escucharon a Raise gritando, y a su "hermano", quien empezaba a revivir. En un momento de silencio, abrió los ojos, con todos sus amigos aguardando su despertar.
"Realmente, tengo familia."
El semblante de Raise cambió a ser un poco serio, cosa que desanimó un poco a su aprendiz. El Crusader le dijo algo a DX al oido y se marchó.
- Que bien que estes bien. - Lo abrazó Alantor, una ligera sacudida lo alejó.
- ¿Qué fue eso?
- La sangre de Thor.
Al día siguiente, Esiar estaba totalmente recuperado, DX le había comentado lo que Raise le dijo.
"Cuando te recuperes, él te esperará en la recepción del hotel."
No sabía lo que hizo. Le pareció estar en problemas. Entró y ahí estaba, de espaldas.
- Esiar, ayer ocurrió algo muy importante en tu destino.
- Sí, aunque no entiendo bien a que se refiere.
- Burlaste a la muerte mi joven pupilo. La enfrentaste en forma de tu peor temor y la derrotaste.
- Aún sigo sin entender.
- Ven. - Caminó hasta quedar a unos tres pasos de él. Raise colocó su espada sobre la cabeza de Esiar. - Yo Cid Raise, fundador de la guild de Crusader, te rebautizo como Thunder Maker Esiar. Para proteger a quien necesite ayuda. Levanta tu espada con honor y defiende lo justo por encima de todo. Que los Dioses te premien si mantienes este camino. - Esiar recordó la primera vez que escuchó esas palabras y no pudo contenerse, era un llanto silencioso. - Felicidades, eres un Crusader...
FIn Capítulo 9.