Ahi va uno más, espero que os guste
CAPÍTULO 7: PAYON: SONRISAS Y GRITOSEl pueblo de Payon era un lugar tranquilo, situado en el corazón de un gran bosque, tocando la montaña, donde estaba la mazmorra de Payon, lugar adonde nos dirigíamos. Dicen que en la mazmorra antiguamente habitó gente, pero hubo un desastre, y lo que quedan son ruinas, y las guardan los espíritus de los antiguos habitantes de la ciudad subterránea. Un lugar siniestro, sólo reservado a algunos valientes inexpertos con ganas de morir o para algún héroe local, que muchas veces era el único que conseguía salir de la mazmorra. Sin embargo, en grupo puede atravesarse la mazmorra sin toparse con muchos problemas. El hecho es que ya estábamos en las puertas de Payon, donde un par de guardias vieron nuestra aparición y se acercaron.
-Mi espada brilla un poco... –dijo Lucy.
-Extraño... –me fijé en los guardias- Oh, mira, se acercan guardias! Me pregunto que querrán...
-Disculpen caballeros, -dijo un guardia- estamos haciendo un examen de seguridad.
Observé sus ropas de guardia, y me fijé en que iban muy desaliñados por ser guardias, bastante descuidados en sus ropas y carnes. Algo raro de ver en los imponentes guardias de otras ciudades.
-Disculpen pero –continuó- deberían desnudarse y registrar sus ropas.
Al oír eso, tanto Lucy como yo retrocedimos, sorprendidos y algo indignados.
-¿Y para qué? –pregunté, con expresión molesta- No lo entiendo, Guardia.
-Pero si somos Caballeros... –dijo ella, bastante ofendida también.
-Disculpen, es que por los problemas recientes nos vemos obligados a registrar a la gente y confiscar las ramas que se usan para invocar monstruos.
-¿Desnudarnos completamente...? –dijo Lucy, molesta.
-Hmm... supongo que sí. –dijo el otro guardia.
Pude ver como el guardia miraba de arriba abajo a Lucy, con una pequeña sonrisa en la cara. Eso me empezó a molestarme. Lucy enrojeció de vergüenza, era evidente que no quería mostrarse desnuda, y yo tampoco.
-Despojaos de todo.
-Está bien... –refunfuñé.
Observé de reojo que Lucy echó mano al puño de su espadón, a punto de desenfundarlo, pero le puse una mano delante, inquiriendo que no lo hiciera.
-No Lucy, hagamos lo que dicen, -dije- no veo ningún problema, aunque no quiero que la gente nos vea así desnudos...
-Delante de toda Payon... –dijo, maldiciendo con la mirada al guardia que sonreía- Sois unos cerdos...
-Por supuesto que no –negué- guardia, llévanos a algún lugar, no quiero que la gente nos vea.
-Lo siento, pero no puede ser –dijo el guardia- venga, como más rápido empezemos antes acabaremos.
-Ah... en fin –dije, totalmente ofendido- está bien, pero esta me la guardo –desenvainé mi espada- Mira, esta es mi espada. No tiene pinta de rama verdad? Aquí tienes todo mi equipo y armas. –le enseñé todo el “arsenal” que llevaba encima, incluyendo la daga que llevaba escondida en la bota “por si las moscas” que nunca solía enseñar. Los guardias me miraron un tanto sorprendidos, al ver que llevaba tantas armas encima.
-Malditos guardias... –dijo Lucy, y empezó a desnudarse con mala cara.
Yo hice lo mismo, quedando ambos en ropa interior, haciendo de ella una situación verdaderamente embarazosa, ya que detrás de las puertas, medio Payon miraba de reojo o disimulando. Lo peor fue que nos indicaron que nos sacáramos la ropa interior, cosa que hicimos regañando entre dientes y con vergüenza ajena. La pobre Lucy se tapó como podía sus vergüenzas y se acurrucó para que no le vieran tanto. Los guardias mostraban media sonrisa, como ocultándola, me estaba hartando ya de que se aprovecharan de nosotros. Detrás de mí, Lucy se arrastró hacia un arbusto.
-Déjame cachearte –dijo el segundo guardia.
-¡¿¡A mi!?! ¡¡JA!! –gritó Lucy, hasta el colmo- Si quieres cachearme hazlo antes con Gelmir.
-¿Qué crees? –le grité amenazadoramente-¿qué esconde ramas en el pelo?
-Está bien... Todo en orden –dijo el guardia primero- ya podéis vestiros.
-Un segundo, señor –dijo el otro guardia.
-¿Mmm?¿Ocurre algo? –pregunté.
-La espada de esta chica, está brillando.
-Oh no... otra vez... –murmuró Lucy.
-Bueno, suele brillar –mentí- es una propiedad del arma, brilla comúnmente.
-¿Se puede saber qué es esta espada? –dijo el guardia- No puedo desenfundarla.
-Mire señor guardia, deme la espada –dijo Lucy- No les atacaré. –extendió el brazo intentando no mostrarse y cogió la Muramasa, que brillaba un poco- ve? Brilla porqué es una simple espada de fuego, nada más.
-Ajam...
-Podemos vestirnos ya? –dije- estoy dejando a esta señorita en evidencia.
-De acuerdo, vestiros..
Empezé a vestirme un tanto apresurado, y me fijé que Lucy estaba mirando a todas partes con expresión extrañada.
-Hmm... –dijo- no encuentro mis... –y se puso totalmente roja, escondida detrás del arbusto.
-Malditos guardias... –dije, ya en el límite de mi paciencia mientras acababa de ponerme mi armadura- Grrr....
-¡Seguro que es el que me quería cachearme!
Desenvainé mi espada, con ganas de tomar la justicia por mi mano.
-Quieto, Gelmir –dijo Lucy, intentando tranquilizarme- tengo ropa interior de repuesto.
Lucy se vistió a toda prisa tras el arbusto y cogimos nuestras cosas, ya listos para entrar en Payon, aunque mirando de reojo a los degenerados guardias.
-Me acordaré de vosotros, guardias –murmuré.
Al fin entramos al pueblo de Payon, observando el bullicio típico: tiendas por todas partes, gente charlando bajo un árbol, tomando algo en una terraza, o simplemente sentados en el suelo y también algún arquero fabricando flechas. A primera vista todo parecía normal, pero a lo lejos podían verse indicios de ataques recientes, sobretodo algunas casas dañadas.
-Parece que han atacado la ciudad –comenté a mi compañera- pero sigue tan viva como siempre, ¿no te parece?
-Sí.
-Busquemos información, estoy seguro que alguien debe saber algo –dije- bien... tú conoces el pueblo, ¿por dónde empezamos?
-Hmm... iremos a la guardia de la ciudad, ellos sabrán.
Aprobé su decisión y nos dirigimos a una especie de castillo pequeño, el edificio donde se dirigía la ciudad. Nos desarmaron y nos acompañaron a una sala donde estaba el capitán de la milicia de Payon, que nos recibió con saludos cordiales.
-Capitán, ¿cuáles son las nuevas de Payon? –le dije.
-Bien, los ataques persisten. Por las noches atacan a los viajeros en la mazmorra de Payon, la gente no sabe lo que es pero parece como una sombra, se mueve a gran velocidad. Todo apunta a que es también quien lanzó las ramas.
Tanto Lucy como yo pensamos en ese momento en Morgelmir, estaba claro.
-Hmm... creo que esta noche iré a vigilar la cueva con la guardia –dijo Lucy- Capitán, una duda, no encontrasteis ramas rotas ¿verdad?
-No, pero vimos criaturas extrañas que no suelen verse en el lugar.
-Está claro que no usaron ramas –continuó Lucy- yo tampoco vi una sola rama rota.
-Lo asociamos a ramas –dijo el capitán- ¿qué sería entonces?
-Creo que sé que está sucediendo –concluyó la chica- Capitán, solicito permiso para vigilar la cueva esta noche junto con Lord Gelmir.
-Bien, no hay nada que objetar, acepto –dijo.
-Me retiro pues hasta esta noche.
Nos despedimos del capitán y salimos fuera. Como era de esperar, era todavía de mañana y faltaba mucho rato para la noche. Además podíamos disfrutar de un día hermoso, de los que no vale la pena malgastar.
-Hmm... no sé que hacer hasta la noche –me dijo Lucy- ¿descansamos hasta el momento?
-Todavía falta mucho para eso, ¿puedo sugerir algo?
-¿Si?
-Parece que el pueblo está bastante excitado, podríamos ojear un poco –comenté- creo que son fiestas o algo parecido. Mmm.. quizás estaría bien para relajarnos un poco...¿no?
-No estaría mal –me sonrió- verás, se trata del festival que se hace cada dos años para ahuyentar a los malos espíritus, yo de pequeña iba y me sentaba cerca de sus enormes hogueras... –explicó, con una expresión nostálgica o recordando viejos tiempos.
-¡Si se hace cada par de años será un gran festival!
-Hace dos años fue el último, aquella noche después del festival...
Al decir esto Lucy bajó la cabeza y se entristeció, recordando el ataque a Payon dos años atrás.
-Ah... Entiendo. –dije- Entonces hoy se cumplen dos años de aquello. Venga, no te entristezcas, ¡vamos a verlo!
Le tendí la mano, sonriente y fuimos hacia un claro, donde habían hecho una gran hoguera, y la gente estaba sentada en círculo alrededor. Lo observé sorprendido, el espectáculo era algo que merecía la pena ver seguro. Lucy se sentó en la hierba cómodamente y me ofreció un asiento a su lado. Entonces, aparecieron unas chicas, vestidas con trajes de baile hechos a partir de flores y hermosa tela de colores vistosos y se pusieron en círculo alrededor de la hoguera, para danzar y bailar de una manera que nunca había visto antes, el baile tradicional de Payon, algo extraño a primera vista, pero hermoso al fin y al cabo.
-Ooh... nunca vi nada igual... que baile tan extraño –dije.
-Me alegro que te guste –dijo Lucy, que parecía conocer el festival como la palma de su mano.
-Sí... son unas fiestas muy animadas.
Las bailarinas cambiaron de movimiento, se pararon y bailaban mirando a la hoguera.
-¿Qué hacen ahora? –pregunté- hacen algo en la hoguera. ¿Qué es?
-Claro, jeje –rió mi compañera- es la danza que ahuyenta a los malos espíritus.
-Oh... que bonito –dije- están muy coordinadas... yo no sé bailar, soy un desastroso, jeje.
-Ah, yo tampoco –dijo, mientras echaba una risilla.
-Bueno, menos mal que nosotros no bailamos pues.
-Si no sería el final del festival –dijo, con segundas y riendo.
Cambiaron la música a una más rítmica, y las bailarinas se separaron un poco de la hoguera.
-¿Va a tocar bailar ahora?
-No, -dijo- tu sólo mira.
Las bailarinas cogieron una especie de bastones, que lanzaron a la hoguera y salían de ella pequeñas chispas, con formas diferentes brillantes y muy vistosas. Me quedé embobado mirándolo.
-Es magia –dijo Lucy mientras me miraba como me fijaba en las luces.
A las bailarinas se les unieron varios hombres armados con armas rituales y trajes tradicionales también, y empezaron a cantar en una extraña lengua.
-Vaya... ahora cantan... –dije- pero no entiendo la lengua, ¿en qué hablan?
-Es antiguo idioma de Payon –explicó Lucy.
-Hmm... entonces esta fiesta tiene muchos años.
-Desde los inicios del pueblo.
-Vaya... –dije- oh, ¿qué hace la gente? Mira.
Pudimos ver como la gente se acercaba a la hoguera y empezaban a bailar una danza rítmica y rápida, parecía divertida, reían y cantaban todos juntos.
-Ahora si podemos bailar –dijo Lucy, guiñándome el ojo- ¿Te apetece?
-Eemm... yo no sé bailar...
-Venga, no seas tímido –dijo, y me tendió la mano.
Me sonrojé un poco y cogí su mano, listo para bailar aunque hiciera el ridículo delante suyo.
-Venga –dijo.
-Pues vamos.
Lucy empezó a bailar, saltando y moviendo brazos y piernas coordinados perfectamente al son de la música. Intenté imitarla, aunque iba algo más lento, y notaba que lo estaba haciendo fatal, y Lucy mirándome todo el rato, sentí bastante ridiculez.
-Que patoso eres, Gelmir –dijo, mientras seguía bailando.
-¡Jajaja! Lo sé, lo sé...
-¿Yo lo hago bien?
-Sí, sí, ¡tú perfectamente! –dije, y me sonrojé más, vergonzoso.
-Das pasos lentos, y aceleras rápido, eso es malo, prueba así...
Y seguimos bailando hasta tocar el anochecer, al final conseguí que mi movimiento ridículo pareciera “algo” y, era extraño, pero después de haber bailado tanto, me sentía todavía más lleno de energía, quizás ese baile tuviera propiedades especiales. Nunca se sabe dónde puedes encontrar magia.
Preparamos nuestro equipo y armas, pues la noche amenazaba a ser una dura batalla, muy dura, además si salía todo bien, encontraría la pista que llevaría a mis padres, por lo que en ese momento estaba muy nervioso. Caminamos hasta la entrada de la cueva, donde había un par de hombres que me sonaban de algo...
-Mira pero si son... –dije, pensando dónde los había visto antes.
-¿Ocurre algo? –dijo Lucy, observándolos también.
-¡¡Los guardias!! –dijimos al unísono.
Sí, ellos eran, pero iban vestidos con ropas de pícaro, lo que indicaba que en realidad no eran guardias, y que nos habían tomado el pelo de mala manera.
-Estos no son guardias, ¡estos nos han engañado! –grité.
Lucy se acercó a ellos, gruñendo muy enfadada.
-Vosotros –dijo, y dio un sablazo contra una roca, rompiéndola, furiosa- ¿cómo osasteis registrarnos a Gelmir y a mí?
-Tra...tra...tranquila –dijeron los bandidos, realmente asustados.
-¡¡Y robarme la ropa interior!! –gritó.
-Yo no fui, dama yo no fui!!! –dijo uno.
-¡Todo tiene una explicación! –dijo el otro.
-Ay ay ay... –solté, amenazante y furioso- déjame a mi...
-No, llama a la guardia de Payon, antes de que me los cargue, y que los encarcelen –dijo Lucy, que tampoco podía contenerse.
-No... Haremos algo más divertido –dije, vengador- ¿por aquí pasa mucha gente no?
-Cierto.
Los “guardias” se miraron, asustados.
-Pues... –dije, mientras me adelantaba- Yaaahaa!!
-¡¡¡AAAAHHH!!!
Como el rayo desenvainé y di varios golpes alrededor de ellos, sin apenas tocarlos, pero trozos de ropa saltaron por los aires. Al momento estaban casi desnudos y con las ropas totalmente hechas pedazos. Los guardias estaban paralizados y aterrorizados.
-Buena idea –dijo Lucy, mientras sacaba una cuerda del equipaje- más os vale no moveros...
Y como se puede imaginar, Lucy ató a los guardias, casi desnudos como estaban, y al tiempo todo el mundo los vería, ya que el camino es muy transitado. Pero ella todavía tenía algo más que decir en esto, se acercó al segundo malhechor atado y le gritó “y tú... eres el que me quitó la ropa interior” y le dio un golpe con la empuñadura de la espada en la tripa, y se sacudió las manos.
-Espero que os sirva de lección –dijo.
-Bien, -dije- la próxima vez no haréis el bobo.
-Hasta otra... –dijo Lucy a los hombres.
-Noo!! ¡¡No os vayáis!! ¡¡No nos dejéis aquí!!
Ignorando sus peticiones, nos adentramos a la oscura mazmorra, que en días normales era una mazmorra poco peligrosa, con sus criaturas, pero no podía considerarse un peligro. Pero esa noche y las anteriores era un lugar muy peligroso.
-Me duele hacer esto –comenté- pero se lo han buscado, por ahí pasa mucha gente...
-Se lo tienen merecido –dijo, indignada- vamos.
Y recordando el mal rato que nos hicieron pasar, le di la razón y apretamos el paso, yendo hacia el interior de las grutas, iluminadas por llamas antiguas, y a veces transitadas por esqueletos y no muertos, que rara vez atacaron a la gente, o almenos los de más afuera. Pero era la excepción, y de las sombras aparecieron varios esqueletos, aunque como caballero y señor que éramos, no nos fue problema derrotarlos.
-Extraño... estas criaturas suelen ser pasivas, ¿por qué nos atacan? –dijo Lucy.
-Hay algo raro aquí. Morgelmir. Seguro.
-Tendremos que evadirlos.
-O luchar –completé.
-No quiero hacer daño a ninguna criatura, no son ellas están controladas, evadámoslas.
A ritmos acelerados, corrimos por la mazmorra, saltando encima de los esqueletos, zombis y demás, que intentaban atacarnos con pésimas habilidades combativas, comparadas a las nuestras. Pero nos topamos con una enorme criatura, un dragón rojo, amenazante, y resultaba difícil de creer que uno apareciera por esos lares. Luchamos contra la bestia, que entre bocanadas de llamas y coletazos se debatía entre la vida y la muerte. Y nos costó mucho vencerlo, al rato yacía en el suelo, nosotros cansados y con algunas heridas superficiales y quemaduras.
-Ufff... por los pelos –suspiró Lucy, agotada- ¿qué era eso?
-Pues una criatura que no pertenece a este lugar.
-¿Qué hacen estas bestias aquí? –dijo.
-No lo sé –dije, y en el momento oí unos gritos- em...? se oyen gritos de batalla, no muy lejos- ¡Algo ocurre por ahí abajo!
Seguimos avanzando, comprobando que nuestras heridas no eran nada del otro mundo, y los gritos se oían cada vez más cerca. Alguien estaba luchando contra algo, y ese algo era muy poderoso.
-Lo noto.. es él.. –le murmuré a Lucy, notándome que perdía fuerzas.
-Bien... –dijo- oh, ¡mira!
La espada de Lucy brillaba con gran intensidad, no como lo hizo esta mañana, la resplandor podía notarse en lo oscuro de la gruta. En ese momento sentí un escalofrío muy potente por todo mi cuerpo. Nada normal, era por Morgelmir.
-Está cerca... –dije- estábamos en lo cierto, Morgelmir anda aquí.
-Esas criaturas no eran invocadas de ramas, las invocó él... –dijo Lucy.
-Está claro, maldito rufián...
La gruta se abrió, y llegamos a una especie de apertura en la cueva, se ensanchaba. Miramos alrededor. Eran las ruinas devastadas de lo que en un día fue una ciudad gloriosa, tal y como decían los rumores. También había varios cadáveres de monstruos y mucha sangre en el suelo. Obra de Morgelmir.
-Ya estabais tardando en llegar –dijo una voz que resonó por toda la cueva- pensé que no vendríais y me aburriría.
-Esa voz.... –dijo Lucy.
-Maldito...-murmuré- está un poco lejos, pero puede hablarnos, vamos. Puedo sentir la sangre hervir...
Caminamos un trecho con cuidado y mirando a todas partes, Morgelmir acechaba...
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