Este no es un relato sobre un personaje en concreto, servirá como base para lo que voy a narrar después, espero que les guste.
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En el lejano oeste donde habita la eterna oscuridad, tumba de
tantos aventureros que fueron allí en busca de la fortuna, ha
sido siempre un lugar inóspito y lleno de peligros, poderosas
criaturas y misterios en abundancia habitan en cada esquina de
estos parajes cubiertos de tinieblas llamado "Rune Nifelheim"
la tierra de los muertos.
¿Cuantas almas han sucumbido a tus garras oh Madre Noche?
¿Cuándo aprenderán los orgullosos humanos a no entrometerse en
nuestros delicados asuntos?
Nada ni nadie derrotará jamas a los Caballeros del Abismo, no
mientras yo siga con vida. En la noche nos ocultamos,
aguardando el dia del juicio final.
Era una noche tétrica de cielo despejado, un padre y su hijo
regresaban a casa por un camino que atravesaba un tupido bosque
de coníferas, el niño llevaba una cesta con setas que habían
recolectado a lo largo del día.
-Ya verás que bien vamos a cenar esta noche, tu madre dijo que
hoy haría algo especial-
El pequeño miró con asco el contenido del cesto, lo cierto es
que a él no le gustaban las setas, sólo ir a buscarlas era lo
que le entretenía.
-Oye papi, ¿qué es esto?-
sacó un frasco de la cesta, le quitó la tapa y se puso a beber
su contenido.
-¡No te lo bebas suelta eso Gabriel!-
gritó el padre mientras le quitaba rapidamente el bote.
-¡Es alcohol, los niños no pueden beber alcohol!-
Aunque sólo dio un trago, el pequeño empezo a tambalearse y a
sentirse mal.
-Papi tengo sed-
-Tu madre me va a matar...-
El camino se hacía largo y cada vez estaba todo mas oscuro, lo
único que tenian para guiarse era una vieja linterna de gas que
no daba más de si. El pequeño Gabriel empezó a ver cosas raras,
árboles que susurran y sombras alargadas a medida que la noche
les atrapaba.
-Tengo miedo-
-Tranquilo pronto estaremos en casa- dijo su padre que tambien
estaba inquieto y se lamentaba de no haber vuelto antes al
pueblo.
Entonces el hombre tuvo un mal presentimiento, miró al cielo y
vió algo aterrador que pensaba que no vería jamás, se quedó
atonito, sus ojos no daban crédito a lo que veían, sentía frío
y sudaba por todas partes.
-¿Que es lo que pasa papá?- preguntó su hijo preocupado al ver
a su padre petrificado.
Un escalofrío recorrió su espalda, trató de hablar, pero las
palabras no salían de su boca y empezo a tartamudear.
-¿Que estás mirando? ¿Que has visto papá?- Gabriel estaba cada
vez mas asustado al ver que su padre no respondía.
-¡Fíjate en el cielo! ¡NO HAY ESTRELLAS!-
El niño no comprendía lo que estaba pasando ni por qué estaba
tan asustado.
-¿y cual es el problema?- preguntó.
-¡CORRE LO MAS RÁPIDO QUE PUEDAS HAY QUE BUSCAR UN ESCONDITE!-
El hombre hecho un manojo de nervios cogió a su hijo a hombros
y se echó a correr hacia el pueblo. Había que ponerse a salvo
lo antes posible.
En mitad de la noche, a lo lejos por fin se divisaba la pequeña
ciudad, situada al pie de la montaña, se podían ver algunas
luces en el interior de las no mas de 30 modestas casitas que
formaban el poblado, se oían las campanas de algún monasterio
que sonaban frenéticamente y había mucho movimiento de gente.
Una vez llegaron a la ciudad vieron que la gente se refugiaba
en sus casas de madera y cerraban todas las puertas y ventanas
a cal y canto, "¡Que, vienen! ¡Que vienen!" chillaban sin
parar. Había que encontrar un escondite.
-¡Corre Gabriel, hay que esconderse entre esos matorrales!-
gritó el padre señalando a unos arbustos que se encontraban a
las afueras del poblado.
Y se refugiaron detrás de ellos observando temerosos lo que iba a acontecer.
El silencio era espectral, no se oía nada más que el rumor del
viento y el canto de los grillos como antesala del horror que
se avecinaba.
Entonces se confirmaron los malos presagios de aquel
desgraciado hombre. Lejanos, se oían los cascos de lo que
parecía un ejército de mil caballos furiosos acercándose a la
ciudad por el camino por el que antes habían venido. Entonces
deseó con todas sus fuerzas que la oscuridad de la noche les
protegiese y no desvelara su escondite.
El rumor de la estampida era cada vez mayor al igual que el
nerviosismo de los pobres campesinos.
Cuál fué su sorpresa al ver que de aquel tenebroso bosque
emergía un misterioso carromato de ébano remolcado por cuatro
caballos negros con un aura a su alrededor, y otros cuatro
jinetes con pesadas armaduras y capuchas negras que ocultaban
su identidad.
Desde donde se encontraban, pudieron observar a los cuatro
jinetes que se habían detenido en la plaza central del poblado,
frente a la iglesia. Uno de ellos, el más aterrador de todos se
bajó de su montura, dió dos pasos al frente, se detuvo
pensativo, desenvainó su espada y la puso en alto:
-¡El que ose desafiar a la voluntad de Lord Eldarth que de la
cara y pruebe el filo de mi espada!-
Tras un largo silencio se abrió la puerta del monasterio y
apareció un cruzado que se plantó delante suya y también
desenvainó su espada.
-Yo te desafío- dijo en voz alta.
El caballero le respondió con una estruenda carcajada y el
resto de jinetes hicieron lo propio
-¿De verdad crees que tienes alguna posibilidad de derrotarme
insensato? acepto tu desafío-.
Se quitó la capucha y pronto los pies del jinete desprendían un llamativo y misterioso aura que llenó de una luz amarilla toda la plaza y sus ojos brillaron de igual forma.
-Cuando quieras- le dijo a su adversario mientras le apuntaba con su temible espada.
¡ENDURE!
El cruzado sin demasiada convicción se abalanzó sobre él con todas sus fuerzas, un intento tras otro, trataba de alcanzar a su adversario en los distintos puntos débiles de la armadura, cabeza, costado y la parte posterior de la piernas, pero con suma facilidad el caballero bloqueaba cada uno de sus sablazos.
¡BOWLING BASH!
Y entonces el cruzado se vio obligado a retroceder, el odio que tenía hacia aquella persona era demasiado grande y le había jugado una mala pasada, gastó sus energías inútilmente en aquella ráfaga de mandobles que acabaron estrellándose en el suelo. Pero no podía rendirse, llevaba mucho tiempo esperando este momento y no podía fallar, por el bien de los suyos.
Tomó la iniciativa el caballero y levantando su pesada espada cargó con gran ímpetu contra la armadura del cansado cruzado.
¡BREAK ARMOR! De pronto el Zweihander del caballero se tiñó de un intenso color amarillo y golpeó la armadura del cruzado a la altura del esternón.
¡GUARD! En el último segundo el cruzado alzó su escudo y se estrelló la espada en éste llegando a atravesarlo.
Entonces la batalla dio un giro inesperado, el caballero estaba desarmado al tener su espada atrapada en el escudo del cruzado y con todas sus fuerzas trató de liberarla.
Sin desaprovechar su oportunidad, el cruzado agarró la hoja de la Zweihander e invocó un Grand Cross que obligó al caballero a desprenderse de ella.
El jinete estaba enfadado, había subestimado a ese modesto guerrero que le había desarmado y ahora empezaba a estar también nervioso, ¿qué podía hacer ahora? le estaba dejando en evidencia delante de sus hombres y eso le enfurecía. Pero todavía guardaba un as bajo la manga. Aprovechando que estaba indefenso, el cruzado se lanzó contra el caballero dispuesto a asestarle un golpe mortal con su espada.
¡BLINDING SHADOW! exclamó el jinete, y cientos de fantasmas y sombras brotaron de su cuerpo con gritos ensordecedores, envolviéndolo todo a su alrededor, apagando linternas y antorchas dejando la ciudad entera a oscuras. Sólo los ojos de los caballeros y sus monturas brillaban misteriosamente en aquella oscuridad total.
Aparentemente no ocurrió nada, pero el cruzado notó cómo perdía sus fuerzas, miró al cielo y no llegó a ver la Luna, entonces comprendió que había sido víctima de un hechizo, fatigado, se puso de rodillas y con dificultad alcanzó a levantar la cabeza lo suficiente como para ver los ojos de su rival, que se encontraba inmóvil, observándole.
-Luchaste bien, pero la realidad es que soy demasiado poderoso para ti, pronto acabaré contigo y tendrás el honor de morir en mis manos-.
Con la moral baja y agotado, el cruzado estuvo cerca de tirar la toalla y aceptar la muerte, pero entonces recordó que debía luchar para defender a su pueblo del tirano, por la gente, y con mucho esfuerzo se reincorporó con la ayuda de su espada.
El caballero, que era el único que podía ver a través de aquella oscuridad, fue hasta donde estaba la Zweihander y la cogió.
-Tu fortaleza es impresionante, muy pocos han resistido esta habilidad tan bien como tú, lástima que tu sufrimiento sea en vano-.
Y con una fuerza impresionante el jinete destrozó la armadura del cruzado con un golpe lateral en el tronco que le hizo caer al suelo de espaldas. Las heridas eran profundas y el pobre cruzado perdía cada vez más y más sangre, con serios problemas para respirar sentía que su muerte estaba ya cerca y sólo esperaba que acabara con él lo mas rápido posible.
Sin apenas tiempo para recuperarse, recibió otro golpe todavía más terrorífico en el brazo derecho desmembrándolo casi por completo.
La niebla negra que cubría la ciudad desapareció, volviendo a estar iluminada y no contento con verle sufrir así, el caballero puso su pié sobre la cabeza del cruzado que aún seguía vivo estrujándosela contra el suelo y viendo cómo el charco de sangre se hacía cada vez mas y mas grande.
-¿Es que nadie piensa ayudar a este pobre desgraciado?-.
Algunas personas que estaban observando lo que ocurría tímidamente a través de sus ventanas se escondieron cuando oyeron las palabras del jinete.
-Este guerrero da la cara por vosotros y ahora va a morir a causa de vuestra cobardía, sois escoria, él era un hombre valiente y ha luchado con honor. Antes de morir, dime ¿cuál es tu nombre joven cruzado?- preguntó el jinete.
Entonces el cruzado con un movimiento ágil agarró con su mano ensangrentada el pié del caballero que estaba sobre su cabeza y lo apretó tan fuerte como pudo.
-No hables de mí como si ya estuviera muerto, algún día alguien te derrotará, caerás y la tierra devorará tu carne, y me reiré de tu desgracia, me reiré desde el Valhalla-.
Y el cruzado sin nombre rió de forma macabra, escupiendo sangre y con la mirada perdida, su voz se fue debilitando hasta que paró de reír y perdió el conocimiento.
-¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!- exclamó un hombre mayor que salió corriendo desde la iglesia hacia el cuerpo del guerrero y que había estado observando lo ocurrido.
-Por fin das la cara Phineas ¿Has visto lo que le ha pasado a tu hijo? él me ha desafiado y no he tenido más remedio que darle su merecido- dijo el jinete mientras limpiaba la sangre de su espada.
-Llévate lo que quieras mi lord, pero por favor deja en paz a mi gente-.
Después de un largo rato en el que estuvo limpiándose la sangre que había salpicado su negra armadura y sacudiendo sus botas, el caballero respondió:
-¡Llevaos a los niños y los objetos de valor!-
De pronto todos los jinetes encapuchados se movilizaron y comenzaron a derribar puertas y registrar una por una las casas, llevándose con ellos a los niños varones y matando de una estocada a todo aquel que oponía resistencia.
El padre y su hijo, que habían estado observando todo el tiempo desde los matorrales estaban aterrorizados sin saber qué hacer. Su mujer estaba allí y no quería abandonarla.
Pronto la calle se llenó de gente a la fuga intentando poner a sus hijos a salvo y los jinetes se dedicaron a perseguirlos con sus caballos obligándoles a agruparse en la plaza central, matando a aquel que intentase escapar, aquello se convirtió en un terrible derramamiento de sangre.
Una vez todos agrupados fueron seleccionando uno por uno a los niños más fuertes para llevarlos al carruaje donde eran encerrados.
-Milord, ya hemos registrado toda la ciudad ¿nos retiramos?-.
El caballero se detuvo pensativo.
-No, todavía no, creo que alguien me está observando-.
Y acto seguido se dio la vuelta y vio al padre y su hijo entre los matorrales que se habían descuidado al asomar un poco la cabeza.
-Vaya, vaya, que sorpresa ¿Llevabais allí todo el tiempo?- dijo en tono burlón.
Al pobre hombre se le secó la garganta y se agachó deseando con todas sus fuerzas que no le hubiera descubierto, pues estaba bastante lejos y no podía oírles hablar.
-Gabriel, a partir de ahora, pase lo que pase no levantes la cabeza ¿entendido?-.
Éste asintió con la cabeza y estaba muy asustado.
-Papá no quiero que me lleven-.
-Tranquilo, todo saldrá bien-.
Entonces el caballero ya estaba bastante cerca y sorprendiendo por la espalda a aquél hombre, le agarró por el cuello y lo apartó varios metros a un lado, dejando al descubierto al pequeño Gabriel.
-Ven conmigo joven y juntos conseguiremos grandes cosas-.
-¡No déjale en paz es solo un crío!- gritó el padre que se encontraba en el suelo.
Pero de nada sirvieron las suplicas de éste, la mirada del jinete hechizó a Gabriel y este vino por su propio pie hacia él y se metió en el carruaje.
-Eso es, eres un niño obediente.
El padre estaba destrozado, debieron huir cuando tuvieron la oportunidad, se sentía impotente, lo había perdido todo y ya no tenía ganas de vivir, tan sólo quería recuperar a su hijo y vivir tranquilo sin complicaciones, ahora tan sólo quedaba llorar.
-¿Deberíamos marcharnos ahora milord?- preguntó uno de los jinetes.
-No, aún queda algo más que debo hacer-.
El temible caballero se giró y contempló por última vez el cuerpo del cruzado tendido en el suelo, había gente alrededor de él limpiándole las heridas y llorando su pérdida. Entonces ocurrió el milagro, el cruzado resurgió de sus cenizas, abrió los ojos e intento levantarse, fallando estrepitosamente, seguía vivo después de todo.
Pero el caballero, enfurecido por la gran fortaleza física de su adversario se acercó a él, sacó un cuchillo, le agujereó los talones y pasó una cuerda por ellos atándola luego a su Nightmare. Miró a la luna y anunció:
-Mañana será ahorcado en lo alto de la colina...si sobrevive a la noche-.
Y así se consumó su venganza, en lo alto de la colina, se encuentra el cadalso del indomable cruzado, visible a la luz de la luna para todos los habitantes de esta ciudad maldita, les recuerda su terrible destino, una ley de terror, pagad el tributo de vuestras almas, o una noche sin estrellas los jinetes volverán del abismo, nadie escapa ante la mirada del Caballero Sin Sombra.