VIII
A decir verdad, los días habían sido bastante monótonos desde que ingresé al monasterio. Me levantaba temprano, asistía a clases la mayor parte del día y regresaba a casa donde estudiaba y ayudaba a Rhya con el quehacer. Con el paso de los días pude notar como el pequeño brillo jovial que antes estaba impreso en el semblante de los “nuevos” del monasterio, iba desapareciendo día tras día. Las lecciones eran cada vez más pesadas y las pruebas elevaban su nivel de dificultad con más velocidad de la que hubiera esperado. Era realmente desgastante.
A mitad del período académico fue cuando verdaderamente las cosas se complicaron. Uno de los monjes de Rachel fue trasladado al monasterio principal para impartir clases.
El hombre parecía joven, de unos 40 años quizá, vestía una túnica de amplias mangas color negro ceñida a la cintura con un fajín plateado. Siempre estaba serio pero lucía sereno como si jamás se preocupara por nada. Esto lo hacía distinto a los monjes del monasterio pues siempre andaban preocupados y con la mente en quién sabe qué cosas haciéndolos parecer un poco más viejos de lo que ya son.
Con un carraspeo hizo callar a quienes aún no se habían percatado de su presencia.
-¡Buenos días!, dijo con voz firme.
-¡Buenos días!, contestamos todos a unísono.
-Mi nombre es Fergus.
Todos lo mirábamos expectantes, unos cuantos cruzaron un par de palabras y el resto continuamos prestando atención.
-Seré directo con ustedes, tengo mucho tiempo de no enseñar y sé que mis métodos son arcaicos comparados con los de ahora pero mi forma de educar es distinta. No sé si han o no escuchado de mí así que no entraré en detalles con respecto a mí. Tampoco me interesa conocer lo que es parte de su vida personal e íntima, ya tendré tiempo para conocerlos.
Se acercó al escritorio y levantó en su mano un antiguo tomo y se dirigió a nosotros.
-¿Saben qué es esto?, dijo al tiempo que lo sostenía en el aire.
Nuestras miradas se fijaron en aquel antiguo objeto, intentando encontrar por algún lado algo que nos dijera qué era. Cuando el silencio ya se percibía incómodo para todo el salón, alguien levantó la mano.
-Es el Código Sagrado, afirmó una débil voz desde el fondo del salón. Había sido la chica junto a mí.
Fergus dirigió su plateada mirada hacia donde se encontraba la chica logrando que un escalofrío recorriera mi espalda. Los ojos del nuevo instructor se clavaron fijos en los de la muchacha. La afilada forma de sus ojos y su extraño pero embriagante tono penetraban a cualquiera que él mirase. -¡Qué aterrador!, me dije para mis adentros. Respiré tranquila y dirigí la mirada a otra parte.
-¿Cómo lo sabes?, preguntó sin despegar su mirada de la chica y con el libro aún en su mano.
-Principios básicos señor, contestó con la voz un poco más firme que antes.
-¿Principios básicos dices? ¿De dónde has sacado todo eso?
-El Código Sagrado fue escrito hace 1500 años por los primeros asentamientos de monjes en el Valle Morroc. Se dice que fue escrito en una lengua antigua y que de los antiguos ejemplares en el idioma original quedan muy pocos. Esos libros jugaron un papel importante durante las batallas de la época medieval pero durante las mismas, muchísimos ejemplares fueron destruidos debido a su papel de mástil en la batalla de monjes y sacerdotes.
El hombre la miró con recelo y luego hizo ademán de hablar.
-Hmm, fue el único sonido que emitió. Después de unos segundos, en la comisura de sus labios se formó algo que interpreté como una sonrisa. -¿Y dónde están los “Principios Básicos”?, preguntó marcando las últimas palabras.
La chica un poco asustada por la pregunta de la cual era causante, se acomodó en su asiento y levantó la mirada hacia el tutor que la interrogaba. El resto de nosotros sólo los mirábamos a ambos.
-Es sencillo profesor. Hizo una pausa y después de tomar una bocanada de aire, prosiguió.
-Hace quince generaciones el emperador Julian XV dictó una ley contra los usuarios de la magia debido a que había descubierto que el enorme poder que tenían los monjes de la época era a causa de la implementación de la magia en sus ataques. Ese hombre nunca supo la distinción entre magia y poder espiritual, y a causa de su ignorancia murieron muchísimos monjes que se negaban a dejar el uso de la supuesta magia. Por otro lado, creo que es importante hacer alusión a lo que ocurrió después de la muerte de este emperador. Los monjes que habían continuado con sus prácticas en lo secreto, constituyeron una especie de gremio clandestino y establecieron el lugar y la hora para entrenar. Al cabo de un tiempo, el gremio se hizo famoso y cobraron fuerza cuando apareció un joven monje con los restos de uno de los antiguos Códigos. Los monjes conservaron los restos del documento y con ellos lograron crecer en tamaño y poderío. Cuando el joven alcanzó la edad y la madurez suficiente, ocupó el mayor cargo en el gremio y le dio el nombre de Principios Básicos a todas las normas que debían conocer los nuevos, estos eran los aspectos mencionados en el Código Sagrado.
Fergus emitió de nuevo ese monosílabo tan suyo, y nos dio la espalda.
-Parece que tenemos a alguien de la familia del señor Ruhan aquí, dijo con cierto dejo de socarronería.
La joven se recogió sobre sí misma y apartó los ojos del hombre que la castigaba con la fría mirada que ya lo caracterizaba.
-A partir de hoy su vida como estudiantes del monasterio del Reino de Rune Midgard comienza. No por nada se dice que el mejor instituto está en la capital de este reino.
Después del pequeño discurso o mejor dicho de la advertencia que nos había hecho, el profesor se dedicó a explicarnos cómo acostumbraba trabajar él con sus grupos de primerizos como él mismo nos bautizó hasta la hora de almuerzo.
Al sonar la campana recogí mis cosas y caminé hacia los jardines del monasterio. Cuando encontré el lugar indicado me senté bajo la sombra de un árbol para comer lo que Rhya había preparado desde la mañana. Siempre almorzaba sola pues a pesar del tiempo que ya llevaba en el monasterio no me había propuesto conocer a mis compañeros. Por su parte, ellos se veían juntos la mayor parte del día excepto en las clases donde la separación de géneros era estrictamente obligatoria. En los recesos se les veía reunidos en parejas o en pequeños grupos, nadie estaba solo a excepción de la chica que esa mañana había confrontado con tanto conocimiento al monje Fergus, y de mí.
Mientras guardaba los contenedores de mi comida en el pequeño bolso que destiné para eso. Una sombra se posó frente a mí.
-¿Sora?, dijo una voz conocida.
Levanté la mirada para encontrarme con los oscuros ojos que ya conocía.
-¡Hola Noah!, le dije al tiempo que esbozaba una sonrisa.
-¿Qué haces aquí sola?
-Estaba almorzando, no hace falta tener compañía para hacerlo.
Bajé la mirada hacia mis cosas para terminar de ponerlas dentro del bolso y luego volví a mirarlo. Noah cargaba un escudo y una espada de madera en su mano, instrumentos que normalmente utilizan los hombres de espadas en el monasterio en sus clases de combate. Tanto los hombres como las mujeres que escogían servir a la Iglesia como caballeros o cruzados tenían que aprender a utilizar todo aquello para estar preparados para las batallas reales.
-Mmm, ya veo, dijo con tono comprensivo. Oye Sora.
-¿Mmm? Le dije mientras lo miraba a los ojos.
-¿Ya conociste al estudiante de la familia de Ruhan?
-En la anterior clase escuché que el profesor mencionó eso cuando una de mis compañeras contestó segura de sí a sus preguntas. ¿Por qué?
-¡Hmm! Así que es una chica ¿eh? Ruhan es un poderoso y joven mago que llegó al monasterio hace unos 10 años. Él quería ser un sacerdote pero los monjes de más alto rango descubrieron en él una enorme fuerza y poder así que lo disuadieron para que estudiara magia en el extranjero. Su familia es conocida por su gran poder espiritual y por su conocimiento. Se dice que tienen una biblioteca con información de todo tipo en la mansión principal y que cada generación hace aportes importantes a las estanterías con investigación realizada por ellos mismos.
-Increíble, dije con las cejas levantadas por la impresión.
-Ellos tienen algo bueno, no sólo Ruhan sino todos los Dreimler.
-¿Qué cosa?
-Son todos buenas personas. Por eso digo que no debes estar sola, intenta hacer amistad con esa chica. No te arrepentirás. Se puso de pie y me dio la espalda. –Sora, te espero a la salida para que vayamos juntos a casa.
Avanzó unos pasos delante de mí, se volteó para sonreírme como siempre lo hacía y luego siguió su camino.
Un leve suspiro escapó de mis labios. –¿Cómo entablaría conversación con esa chica?, me dije. Volví a suspirar. Junto al bolso donde cargaba mi almuerzo, había colocado unos libros que debía leer para hacer un ensayo que Fergus nos pidió entregar la semana siguiente, así que decidí tomar uno de ellos y comenzar a leer. Cuando llevaba unas 4 páginas sentí que alguien se acercaba. Continué leyendo sintiendo aún más cerca esa presencia.
-¿Puedo sentarme contigo?, dijo una tenue voz a mi lado. Separé mis ojos de la página que leía y levanté la cabeza para encontrarme con la persona que menos esperaba.
-¿Tú?, dije asombrada.