Demonios, daría mis entrañas por un día sin resaca ni remordimientos. ¡Uníos hermanos! Aún es muy pronto para saber a ciencia cierta quién tiene pluma, a parte del par de silbapleitos que me rondan como las zumbacascajas a la marmanciosa, que parece que pierden el aceite de la cordura por la música. Esta noche podremos empezar a hacer cábalas, recordad que la balanza trucada tiene un trucador, y que antes se pilla al trucador que se gana un triscajo negociando con un necio. Hasta que no caiga el primero de nosotros, no podremos empezar a distinguir lo agriamargo de lo acidulce, el buen negocio requiere de inversión, algunos caeremos, pero dejaremos detrás una ristra de huellas, pistas y por qué no, plumas, la única herencia de auténtico valor que dejaremos será esa: la huella dactilar del castigo divino, solo espero que los que queden detrás de mí sepan interpretarla y que mi torpeza pueda ayudar a esclarificar la de los que me precedan si es que el destino no me lleva a mí el primero.