Aparté la mirada de aquella jarra de aguada y asquerosa cerveza, alzando la vista hacia las voces que acababa de escuchar. Apoyé mi brazo sobre la mesa, descansando, a su vez, mi cabeza sobre esta.
-¿Justicia?- pronuncié con tono mitad sorprendida, mitad sarcástica- La justicia no existe, señores, señoras. La justicia es una simple ilusión. No va a venir nadie a castigar a los "malos" por nosotros. Esto es una cacería y nosotros la presa.
Observé sus caras fijas en mí, sus ojos escudriñando cada movimiento que hiciera, cada palabra. Me incliné hacia atrás y puse los pies sobre el taburete más cercano.
-Lo que quiero decir es que para sobrevivir debemos ser más inteligentes que ellos, más astutos. Trabajar en grupo. Si no, vendrán, nos arrancaran los corazones de uno en uno, riéndose, y luego se darán un festín sobre nuestros cadáveres.
Silencio.
-Por cierto, podéis llamarme Mad.
Justo después de terminar de hablar, vi cómo una chica entraba por la puerta de la taberna. No presté demasiada atención, pero creo que dijo llamarse Sharuka o Shakura o algo así. Mencionó algo de merendar en su casa, algo de leche y galletas. Por los dioses, ¿quién en su sano juicio podría estar tan tranquilo teniendo una manada de ángeles sedientos de sangre detrás nuestra? No puede contenerme.
-Perdona, ¿Sharuka eras, no?-pregunté no muy segura- ¿Cómo cojones puedes hablar de merendar en tu casa leche y galletas tan felizmente? ¿Te das cuenta en la situación que estamos? Nos van a masacrar. Nos quieren muertos, al igual que el resto del pueblo. No creo que ofreciéndoles leche de vaca y galletas caseras se vayan a ir contentos y olviden la masacre.