Pero daba igual. Los hijos de los conejos rabiosos asesinados por ardillas no temían a Tarzán de las matas, y se lanzaron a por él para asesinarle cruelmente a base de amor, y mucha delicadeza y sentimientos.
Un poco más arriba, el pizzero le gritaba al angel-gollum:
-Vamos, baja más rápido, más.
El gollum-angel se lo tomó tan en serio que cayó en picado y se estrelló contra el suelo, muriendo en el acto. El pizzero sólo se hizo unos pequeños rasguños, pero el ruido del impacto distrajo a los conejos, que dejaron en paz (y moribundo) a Tarzán de las matas, y se dirigieron hacia nuestro pizzero echando espuma rosa por la boca.
Estaban a punto de cogerle y asesinarle cruelmente a base de caricias, besos y mimitos, pero Tarzán de las matas, en un último acto de heroismo antes de morir, alzó su legendario tanga de leopardo y los conejitos salieron con el rabo entre las piernas.
El pizzero estaba solo, mirando los cadáveres de aquellos que le habían ayudado, a pesar de que él los había menospreciado. Mirando hacia el cielo cubierto de nubes negras, gritó "¡¿Por quéeeeeee?!", y comenzó a llover gelatina de muchos sabores.