No podía ya moverme. Me sentía acabado. La luna seguía resplandeciendo sobre mi cabeza, pero apenas podía abrir los ojos y levantar la vista. Era mi fin, de eso me encontraba casi seguro. ¿Cuanto había pasado? ¿Dos meses? ¿Tres meses? La noción del tiempo era distante mientras mi corazón buscaba rellenar aquel vacío que había dejado aquella... aquella que nunca habría de dejarme... aquella que finalmente fue consumida por las sombras, al igual que yo en esos momentos. Una respiración forzosa se propagaba por el gran salón vacío, y yo intentaba respirar como él, de sentirme como él, de ser poderoso como él. Pero él era un guardián, el era un demonio... el era el guerrero del abismo... y había cavado una tumba para mí en ese momento. Alcé finalmente la vista, para observar su respiración de fuego, sus ojos furiosos y su espada ensangrentada. Con aquellas heridas no podía levantarme, no quería levantarme, y volví a agachar mi cabeza para que el filo de su negra espada cortara de una vez aquel sufrimiento. Que final más vergonzoso... que final más obseno para un asesino cruzado... que final más estúpido. No decía nada, yo tampoco. No hacía nada, yo tampoco. El esperaba... yo tambien. Se rió... se rió en mis narices de mi desgracia, como quien se burla de un vagabundo, lo ignoré. Se regocijó de su triunfo y me dijo: "Mi espada no provocará tanto dolor como el cargar con tu pesar", y se fue, dejándome en las profundidades de Glast Heim. "Hasta la próxima", me dijo, y pensé que aun no era tiempo para morir.