La brisa jugaba con sus cabellos, parecía como si aquel viento suave y frío se entretuviera levantándolo, moviéndolo, haciendo que danzara a su ritmo. Recorría su piel, se colaba por los pliegues de su ropa. Daba la impresión de que con su mínima fuerza quisiera levantarla, que moviera sus manos con suavidad, que se moviera grácilmente como lo había hecho la noche anterior. Aquella noche, recuerdo que no desaparecía de su memoria.
Su mano apretada, pretendiendo retener la arena que escapa como el tiempo. Sus labios rojos, más rojos que nunca. Sus ojos abiertos, intentando descubrir la respuesta a aquello que jamás tendrá una explicación. Una pequeña lágrima, la última de todo un torrente de desesperanzas, que baja por su blanca mejilla y cae al suelo en el más absoluto abandono. Su cuerpo inmóvil en aquella piedra, el último vestigio de lo que fue su hogar.
La noche anterior creyó que estaba en el cielo, que todo había sido, por fin, recompensado. Sus ojos brillaban de euforia, el éxito recorría su cuerpo en un torrente de poder y esperanza. No necesitaba el sol de la mañana para sentir el nuevo amanecer, adivinaba que el horizonte ya no sería más que una línea incapaz de oponerse a sus deseos. Nada podría interponerse entre ella y lo que había buscado durante años.
Que equivocada estaba.
Sólo basto el color carmesí de su sangre deslizándose por su rostro, una fracción de segundo en que nada ocurrió, únicamente ese líquido viscoso bajando lentamente, abriendo paso a un infierno.
Un sonido estruendoso hizo que su cuerpo reaccionara, que sus músculos se tensarán en una fracción de segundos y la hicieran brincar como jamás creyó que lo haría. Que sus brazos protegieran instintivamente su cabeza. Que buscara refugio aún sin saber que era lo que realmente pasaba. Sólo un segundo bastó para definir quien viviría y quién no.
Sólo unos metros de ella, yacía el cuerpo de su amado, aquel con quién había decidido compartir su vida. Fue por él que tenía solamente rasguños. Fue él quien vio venir el ataque desde el aire, y con su cuerpo protegió a quien más amaba, sin importarle que fuera acribillado por un millar de pequeñas piedras envueltas en llamas.
La imagen se grabó en su mente como la peor pesadilla que jamás imaginara. Pero ella no quería que se borrara, la guardó para recordarla cuando se encontrara frente a su destino y no dudara un segundo en arremeter contra aquel ser.
Será una muerte segura.
Tan sólo un perro vago y enfermo observó cuando la muchacha tomó sus armas y emprendió el viaje, bajo la noche más oscura, sin importarle el viento, el hambre, la soledad. Sin importarle su vida.
~Sundary~
Espero que lo disfruten
Besos