Tras la batalla en Skoegul (Lo siento no encuentro la última historia del Ro Warhammer) el vidente gris Synkaku acababa de llegar a sus límites y comenzaba a sumirse en la oscuridad final.
Parte 3: Batalla por la libertad
Las fuerzas le abandonaban, pronto todo habría llegado a su trágico final, no tenía mas razones por las que luchar, sus parpados le pesaban, los ojos lentamente se unían hasta que llegó la oscuridad envolvente.
-Synkaku, estás hecho una auténtica pena- resonó una voz en el cuarto donde se encontraba- levántate o te piso el cuello…
El vidente abrió sus ojos, se quedó mirando fijamente la figura que se situaba frente a él. Era alta, esbelta, el pelo negro, cabello largo y sedoso, adornado por una fina corona de oro blanco, unos ojos frios y calculadores, su tez, tersa, moldeada por los siglos, la corona tenia una inscripción élfica, ya que en efecto, aquel ser era un elfo oscuro, y al parecer, era uno de sus reyes. El vidente observó la espada que llevaba, una espada forjada por los enanos de valor incalculable, que transmitía una fuerza extraordinaria.
-¿Quién eres tú? ¿Qué quieres? Habla, ¡¡ deprisa-deprisa!!- respondió el skaven.
-¿Tan necio te has vuelto? ¿no me reconoces? ¿tan mal estás?- y estalló en carcajadas- Me llamo Nurundakil, “El que ha vencido a la muerte” aunque mi auténtico nombre es Eledar, y soy un rey elfo, tu rey, para ser exactos.
-¿Cómo iba a ser rey mio un estúpido orejas puntiagudas? – espetó indignado-
-Porque tú eres otro…
-Yo soy un vidente gris skaven, raza suprema del mundo, siervo de la Gran Rata Cornuda.
-¿Seguro?
-Seguro.
-Y dime pues, oh tu gran vidente, ¿Dónde aprendiste a hablar élfico? Llevamos un rato hablando en mi idioma.
Elvidente meditó las palabras, era cierto, no se había dado cuenta, estaban hablando su idoma, ¿Dónde y cuando lo aprendió? Nadie le había dicho nada al respecto, ahora comprendía muchas cosas, como todos lo miraban, los susurros a sus espaldas….empezó a sentir un mareo y miles de imágenes vinieron a su mente, recordaba paseos por los bosques, amigos, familiares, batallas.. empezó a apretar los dientes y puños, se levantó y gritó:
-¡Maldita rata sarnosa, engendrada en las entrañas de un burro tuerto y cojo! ¡¡cuando la pille la mato y me la como!!. Eledar, ¿sabe algo mi hermano?, no quiero que se ria de mi durante siglos…
-Synlaku no sabe nada, vine con Skejion, claro que él, tampoco sabe a quién vinimos a recoger, solo le dije que era un viejo amigo, si llega a saber que era a por ti, nunca habíia aceptado.
-Ese maldito dragón- dijo Synkaku- hay que ver cuanto rencor puede guardar, han pasado mas de 300 años, y aun no me perdonó, mas cuando yo no le hice nada…
-Intentaste comertelo…
-En mi defensa…diré que tenía hambre, era él o yo.
-Tú siempre tienes hambre.
-Si, lo que me recuerda que tengo una rata por matar y asar, necesito recuperar mi forma para que se acerquen las damas.
-Te esperaré al pie de la colina,, y.. Synkaku, nunca necesitaste tu forma para eso, sino oro.
-Otro comentario como ese…y me como a tu dragón.
Eledar comenzó a reir nuevamente, saco su espada, Glembre, la espada ancentral que había pasado durante milenios de padre a hijos en la monarquía de los enanos, única al poseer lo que ellos llamaban "la runa del rencor" obsequio que hicieron a Eledar tras recuperar un castillo antiguo y ayudarlos a acabar con uno de los agravios que aun pesaban sobre ellos, entregándosela a Synkaku.
-No solo tiene la runa del rencor, recuerda su procedencia y que los enanos no se llevan bien con las magias, te protejerá de todas ellas, ahora ve, mata al vidente y vuelve a ser tú.
Synkaku avanzó por los pasillos de la ciudadela con paso firme, lanzando miradas debastadoras a todos cuantos se cruzaban en su camino, casi todos, atemorizados lo seguían con la vista, bajándola solo cuando él los miraba fijamente, como si de un demonio, o un fantasma se tratara, y en parte, asi era, la hazaña de aquella noche había recorrido todos los subterraneos de aquel mundo, corriendo de boca en boca como una enfermedad debastadora, en la cual decian que habia consumido por completo sus poderes consumiendose despues asi mismo, pero ahí estaba, y ademas furioso, muy furioso.
-Abrid las puertas de inmediato, y perdeos de mi vista, ¡deprisa-deprisa!- gritó a los guardias que se apostaban ante la sala del señor de la guerra, los soldados obedecieron, abrieron las puertas permitiéndole el paso, tras de él las cerraron y dejaron sus posiciones.
Se trataba de una habitación enorme, repleta de tesoros por doquier, húmeda y oscura, como el corazón del ser que ante él se sentaba, sobre su trono de huesos humanos, otro recuerdo volvió a la mente del elfo, recordando la batalla de meses atrás, donde lo había hechizado, apretó los dientes y los puños y comenzó a acercarse lentamente ante el gran brujo, que lo miraba desde el fondo de aquel lúgrube cuarto.
-Synkaku....que sorpresa....-comenzó a decir, aunque su tono no era demasiado convincente- pensaba que esta noche te habrías reunido con nuestro Dios.
Synkaku avanzá hasta donde pudiera ver con claridad cada rasgo de su asquerosa figura, miró a sus ojos, inyectados en ira, le aguantó la mirada, apretó los labios, léntamente su mano descendió hasta ponerse casi a la altura de la empuñadura de su espada.
-Oh si, he notado el poder del arma que portas- dijo entre una risa desconcertante el skaven- hiedes a elfo, posiblemente tu amigo haya venido a por ti, tal y como imaginé que sucederia algún día, pero no importa, ya te utilicé lo suficiente y serviste bien a mis propósitos.
-No deberías preocuparte ni de mi amigo, ni de mi espada, sino de mis dientes- respondió furioso.
-¿Acaso no quieres cuanto te ofrecí?- dijo el otro alzándose de su trono ofendido- mira a tu alrededor, contempla el mundo, ¿acaso no lo quieres?.
-¡No!, lo único que quiero, en estos momentos, es arrancarte la piel, maldita rata de cloaca- le grito mientras lentamente se acercaba y finalmente cogía la empuñadura dispuesto a asestar un golpe en el momento apropiado.
-Ven a por ella...si puedes.
Acto seguido el vidente lanzó un haz de luz azul, Synkaku desenbaino la espada y la interpuso ente el rayo y él, el hechizo golpeó en el arma, que brilló unos instantes y absorvió toda la energía.
-Tu magia aquí, no sirve de nada.
-No habría formado parte del consejo de los 13, no habría llegada a convertirme en el ser mas poderoso del mundo, si solo supiera atacar con magia.- su cola pasó tras el trono y se llevó a la mano una espada, aparentemente fina y endeble tallada con unas runas del caos- vas a morir elfo, y vas a tener el honor de morir a mis manos.
-Colgaré tus cuernos de la pared de mi casa- murmuró el amigo de Nurundakil antes de saltar sobre su oponente.
El choque de las espadas tronó en la sala, saltaron chispas, pero la espada enemiga resulto ser mas resistente de lo que en principio pareciera, una runa maligna brillaba con cada estocada que paraba, Synkaku golpeaba con una fiereza descomunal, sus musculos se tensaban a cada golpe y se resentían, mientras el vidente apenas parecía molestarse al pararlos, el elfo agarró su arma con las dos manos y golpeó tan fuerte como pudo, su espada crujió y saltó en pedazos, dejandolo tan solo con la empuñadura en la mano.
-¿Lo ves?, nada puedes contra mi, ni contra mi arma, sus runas la hacen practicamente irrompible, absorben cada golpe que das, y tú en cambio, solo tienes una espada rota e inservible.
-¿Rota? ¿inservible?, gracias por decirme que clase de poder escondes ahí, ahora déjame mostrarte cual es el que guardo yo, ¡resurge Glembre!.
Alzó la empuñadura sobre su cabeza, y de pronto una voz enana surgió desde ella, hablaba una lengua muerta, una voz profunda y intimadora propia de un mismísimo Dios, y la espada volvió a su estado normal, con un poder mayor.
Synkaku comenzó a golpear cuan fuerte pudiera, el skaven solo tenía tiempo para frenar las estocadas sin poder contra atacar, la espada enana estalló por dos veces mas, resurgiendo milagrosamente, Synkaku casi estaba exhausto, respiraba agitadamente, por una vez mas golpeo poniendo su alma en aquel último estoque, y esta vez, no fue su espada la que se rompió, el hechicero incrédulo, cayó de espaldas sobre el suelo.
-Hasta aquí llega el poder de tu Dios, debo agradecerte algo, gracias a ti Glembre posee mas poder, nunca debiste subestimar a los elfos, y mucho menos si se trataba de mi, y ahora....¡muere tu maldita cosa-rata!.
El brujo segregó todo el almizcle del miedo, temblaba y no daba la impresión de ser aquel ser poderoso que atemorizaba el mundo, a los ojos del elfo, ya solo era una rata despreciable que no merecía seguir con vida, sus crímenes iban a ser vengados, y el verdugo iba a ser él.
-Ahora reúnete con tu misero Dios, y dile de mi parte, que algún dia descenderé a los infiernos para enfrentarme a él.
Alzó la espada, y casi sin esfuerzo la dejó caer sobre su oponente, partiéndolo literalmente en dos.
Synkaku se mareó y perdio el equilibrio unos instantes, quedó tumbado sobre el frio y húmedo suelo, su cuerpo entero se estremeció y un escalofrío lo recorrió, todo su cuerpo le ardía, ni siquiera podía gritar del dolor que comenzaba a sentir, y finalmente perdió la consciencia durante unos minutos, cuando la recobró, volvía a ser el elfo oscuro de siempre.
Se levantó un poco desorientado, se sentó sobre el suelo y miró a su alrededor, a su lado, el cuerpo sin vida de la rata hechicera, atrás, apoyada sobre la pared, su arco y dagas, se levantó, corto los cuernos del skaven, agarro sus armas, y un saquito de oro de aquella enorme fortuna que dedicaría a una buena causa: cerveza.
El Sol se perdía en el horizonte cuando alcanzó el punto de encuentro con su amigo, allí estaba Nurundakil y su dragón, este último terminaba de devorar de un bocado lo que parecía un buey.
-Hola Eledar, Skejion, cuanto tiempo, veo que estás bien alimentado.
Nurundakil sonrió cuando le arrojó a sus pies los cuernos del enemigo, el dragón lanzó una pequeña humareda por su nariz, miró fijamente a los ojos del Rey elfo para decir:
-Me dijiste que esperabas a un viejo amigo, no a esta escoria.
-Vamos amigo- le respondió él- no seas tan rencoroso, si sabes que Synkaku en el fondo te quiere...
-Si,- espetó el dragón mirando lleno de ira a Synkaku- sobre todo relleno.
Synka entrecerró los ojos, descolgó su arco y dijo mirando fijamente a la bestia, lentamente- co....mi....da...
El dragón estendió las alas, lanzó una llamarada que no le acertó por unos centímetros y emprendió el vuelo dejando a los dos amigos allí.
-Genial- comentó Nurundakil- nos tocará volver en barco.
-Genial- murmuro el otro- me he quedado sin cena, con el hambre que tengo.
Eledar rió enérgicamente.
-Anda, vamonos a casa.
-Si, aun tengo que perfeccionar mis trampas para dragones, y en estas tierras ya no tengo nada que me ate, adios, reino de Midgard.
Ambos elfos se dirigieron hacia los embarcaderos que había unas millas mas allá, parando antes en la posada, y emprendieron el regreso hacia su hogar, en un pequeño bote, perdiéndose de vista al adentrarse en el mar, bajo la oscuridad de la noche.