CAPÍTULO 24: LA MUERTE ENSEÑA LOS OJOS
Retrocedí medio paso y estudié la situación. Eran dos, no más, contra otros dos. La espada empezó a brillar de color amarillo.
-Qué lentos… -se oyó en el aire, una voz apagada.
Antes de poder parpadear, el enemigo saltó de la nada con su arma, y me atacó. Por reflejos contuve el golpe con mi espada. Dio un salto mortal hacia atrás, separándose unos metros de mí. Entonces pude fijarme en él. Esa carne blanquecina, los ojos tapados por una venda… era Kaithert, el caza sangres que apareció en mi sueño, con dos katares rojizos bien apretados en las manos.
-¡¿Quién es?! –preguntó Lucy, sorprendida.
-… increíble… atrás Lucy, no me gusta, hay otro… -le susurré, poniéndome delante de Kaithert preparado para la batalla. Lucy no se hizo atrás y aguardó a mi lado, con valentía- Me suena, y no me suena de bien.
Cruzamos nuestros aceros y saltaron abundantes chispas, inicialmente no paraba de atacarle, aunque sin éxito pues lograba esquivar o parar todos mis golpes. Mientras iba sucediéndose la batalla, se cambiaba el color del brillo de mi hoja a rojo. Empezó a atacar, causándome heridas superficiales en el costado y en el brazo derecho. Con su ataque no podía hacer nada mas retroceder e intentar bloquear lo que pudiera. Pero era demasiado rápido. Mientras tanto, Lucy intentaba detectar al otro individuo que le mencioné, aunque no se veía por ninguna parte. Al no detectarlo y observar que la batalla no me era favorable se lanzó contra Kaithert, lanzando terribles cortes, que simplemente eran esquivados. Aproveché para retomar la batalla y lanzamos una ofensiva conjunta. Aunque con sus katares en mano, Kaithert era una pesadilla, y ninguno de los dos pudo tocarle siquiera un pelo. Se veía una sonrisa en su boca.
-¿Nada más…? –lanzó, amenazador.
-Aaah!
Cargué contra él concentrándome al máximo en predecir sus movimientos, y esta vez era Kaithert quien retrocedía defendiéndose. De todas formas, seguía con su defensa invencible, y de una patada en la pierna me hizo caer al suelo de lado. Reaccioné rápidamente con mi siguiente estrategia:
-¡Sacudida!
Al instante se creó un gran temblor en el suelo, que sacudió a Lucy y a Kaithert, haciéndolos caer en el suelo. Kaithert, que estaba más cerca, sintió una sacudida mayor, y fue desarmado. Aproveché tal desequilibrio para levantarme y atacarle con un corte en diagonal, aunque en el último momento tras mi sorpresa sacó una daga de algún lugar y paró mi sablazo con las dos manos apretando bien su arma. Enfurecido de su rapidez, acometí varias veces más, con la ayuda de Lucy que apareció por su espalda. Bravamente, Kaithert se defendió de los ataques de los dos y de un salto consiguió recuperar sus katares, aunque esta vez Lucy pudo herirlo en el costado. Se volvió a poner en guardia, a una distancia de unos cinco metros.
-¡Qué rápido es! –exclamé.
-Pero no invencible –observó Lucy, señalando la reciente herida de Kaithert.
-Ahora… -dijo Kaithert, mirando hacia el suelo, mientras volvía a cargar.
De las sombras detrás de una columna apareció el segundo asaltante, lo vi de reojo asomarse tras el aviso del Asesino. Llevaba un arma larga, como un bastón en la mano y parecía que estaba conjurando algo, pero no pude prestarle atención porque Kaithert me emprendía con una lluvia de mandobles.
-¡Ataque de Alma! –gritó Kron, y de sus espaldas brotaron varias esferas luminosas que dejaban un rastro brillante a su paso, que impactaron sobre Lucy, tirándola al suelo.
-¡Es cierto que hay otro, Gelmir! –me advirtió sin mostrar gravedad después de la descarga que acababa de recibir.
Satisfecho, se mostró delante de todos con su manteo largo rasgado. Lucy no se esperaba nada este ataque, aunque no era un conjuro muy letal, por lo que se levantó de un salto y cargó hacia él. Kron reaccionó, puso sus manos una frente la otra y empezó a murmurar palabras en la lengua de la hechicería.
-¡Trueno de…! –empezó a vociferar.
Yo estaba demasiado ocupado intercambiando ataques con Kaithert para ayudarla. Aunque ella antes de que pudiera terminar de formular el conjuro le lanzó un terrible golpe que le hizo caer de bruces, mostrando un corte que le atravesó las ropas, pero no llegó mucho más lejos. Se levantó defendiéndose con su bastón.
-¿Qué hacemos, Gelmir? –me preguntó Lucy, mientras hacía todo lo posible para que Kron no tuviera tiempo para lanzar otro hechizo más poderoso.
-¡Son muy poderosos! ¡No le dejes ni respirar! –le contesté, apresurado.
-Jejeje… esto terminará rápido –declaró Kaithert.
-¿Qué queréis? –dijo Lucy.
-Vuestras cabezas… nos darán una gran recompensa… -siseó Kron.
-Kaithert logró distraer mi defensa y me lanzó muchos golpes a gran velocidad, haciendo que retrocediera adolorido. Me hervía el pecho, lleno de pequeños cortes tras la armadura. Kaithert se dirigió a Kron, que había logrado separarse unos metros de Lucy.
-Todos tuyos… me han decepcionado… -le susurró, echándose hacia atrás.
Kron formuló otras palabras, generando frío a su alrededor.
-Llamo a la ventisca… -decía finalmente en nuestra lengua- ¡Tormenta… de… Hielo! –sonrió.
De golpe, se formó un nubarrón delante de nosotros y fuertes ventoleras nos azotaron a Lucy y a mí. Sentí mucho frío, y el viento conjurado se cargó de nieve, sin darme ni cuenta, no me podía mover. Lucy gracias a la llama latente en su interior, no sintió tanto frío como yo, aunque no se dio cuenta de lo mal que lo estaba pasando. Conjuró un manto de llamas y lo lanzó contra Kaithert. Pero la fuerza del viento se iba aumentando, y la empujó contra mí, empezó a sentir que se congelaba como yo.
-Lu… Lucy… no me… puedo… mover…
-Ahh… Gelmir… No –gimió, sufriendo- ¡No voy a dejar que nos congele!
-Lu… Lu… aah… -empecé a perder el mundo de vista y la cabeza me ardía, al mismo tiempo que el cuerpo, que empezaba a perder sensibilidad.
-¡Noo! –Gritó Lucy, su cuerpo despedía llamas, y ella misma en seguida despidió luz, como al rojo vivo- ¡¡Aaaah!! –se acercó a mí, y me cubrió con un abrazo ardiente. Empecé a sentir el calor que generaba como una luz desde las tinieblas más oscuras, hasta recuperar mi movilidad por completo. Se soltó, y yo enfurecido corrí a toda velocidad contra Kron con ganas de descargar sobre él toda mi furia, pero Kaithert rápidamente se puso delante de Kron, me puso el la mano sobre mi brazo y me lanzó contra el suelo. Mis costillas crujieron de dolor, y mi segunda espada, la Muramasa, se deslizó de su vaina y se precipitó a pocos centímetros de mí. Lucy recuperó su color y cayó de rodillas, jadeando del sobreesfuerzo que acababa de hacer, observando la escena sin poder hacer mucho. Sus ojos gritaban “aguanta, por favor, hasta que recobre las fuerzas”. Kaithert se giró hacia mí.
-Qué fácil… -dijo, agachándose a mi lado- Tu espada ahora es mía, por el momento… -cogió la Muramasa del suelo, confundiéndola con la que buscaba, que en verdad era la que llevé en mis manos durante toda la batalla. Con ella en sus manos sonrió malévolamente.
-El poder… por fin… -dijo, observando la magnífica hoja. Aunque su satisfacción duró poco, la espada empezó a infundir tierra sobre Kaithert, provocándole gran dolor- ¿Hugh? ¿Qué es esto? –la aferró con más fuerza, pensando que así se detendría el dolor. Sin embargo, se intensificaron en todo su cuerpo, y su cabeza estaba a punto de estallar. Sentía como si su alma fuera a ser absorbida. “Mierda, si sigo así… saldré de su cuerpo…” dijo en un soplido. Empezó a agonizar del dolor y acabó lanzando la espada hacia atrás.
Mientras ocurría todo esto, Lucy pudo recobrar sus sentidos y se lanzó dónde estábamos los tres golpeando el suelo con su espada rodeada de llamas. Ese impacto provocó una gran bola de fuego que se expandió en todas direcciones, haciendo saltar por los aires a Kaithert, a Kron, y a mí, que me dejó más hecho polvo todavía.
-¿Qué, duele? –Articulé a duras penas- Muy buena, Lucy.
La chica, haciendo un sobreesfuerzo de nuevo, se derrumbó hacia atrás, su cuerpo pedía descanso por el inhumano esfuerzo que estaba haciendo en tan poco tiempo. Respiraba acompasada en el suelo, concentrada al máximo en recuperar energías como fuera. El golpe hizo que la venda de Kaithert cayera al suelo, y se pudieron ver sus ojos oscuros y una expresión de una furia inimaginable. Kron se levantó con mucho esfuerzo, destrozado. El asesino, lleno de furia, se puso en pie y me cogió del cuello, presionando con fuerza contra el suelo. Puse mis manos sobre la suya, intentando aflojarla para poder respirar. Pude ver sus ojos con claridad, negros y rojos, que causaban un profundo horror, incluso dolor.
-¡Párate, engendro! –rugió Lucy, horrorizada y furiosa a la vez.
-A callar, –repuso Kron- un paso más, y lo matará.
Me levantó por encima de su altura con su mano aferrada en mi cuello, mientras yo hacía grandes esfuerzos por respirar. Sentía el viento azotando con mayor fuerza y subiendo. Pensaba que era el fin, mientras Lucy se arrastraba hacia Kaithert intentando detenerlo. El viento soplaba a estocadas, ya tan fuerte, que costaba mantenerse en pie. Kaithert me lanzó al suelo con furia, extrañado por el fenómeno. Cogí aire, pero me venían convulsiones y tosía con agonía. El viento me arrastraba. De golpe, apareció a toda velocidad una figura impulsada por el viento, que colisionó ferozmente contra el Alto Hechicero, y de la potencia del golpe, salió por los aires, precipitándose abajo en el Abismo de Yuno, que empezaba a poca distancia de nosotros. Kaithert volvió su mirada en el lugar donde estaba su compañero, donde ahora estaba de pie un Silinde enfurecido.
-¡Ale, al carajo! –dijo mi hermano, tras su acción rompedora.
-¿Más basura? –exclamó Kaithert- ¡Ah!
La Biocabra de Stangckle se lanzó imitando a Silinde contra Kaithert, que defensivamente sorprendido, cayó de cabeza contra la dura piedra del suelo.
-¡Chicos! –llamó Lucy, y su corazón se llenó de esperanza.
Kaithert se puso de pie, detectó al dueño del homúnculo, es decir Stangckle, que caminaba acelerado por la ventolera, y lo maldijo, mirando con sus ojos horrorosos. Stan, rápidamente, lanzó un par de pociones al aire, que se abrieron al pasar por encima de Lucy y de mí, derrochando su contenido. Al sentir tan gratificante lluvia, nos sentimos al instante muchísimo mejor. Empujado, apareció Reyven, que aterrizó cerca de Kaithert listo para pelear.
-Nadie va a tocar a mis amigos –declaró Stangckle, caminando hacia Kaithert, con su Muramasa en mano.
-¿Qué demonios son esos ojos? –preguntó Reyven, al ver los malditos de Kaithert, mientras Bianca hacía su aparición en escena, con su espada levantada en todo lo alto, con un torbellino a su alrededor, como autora de los grandes vientos que se formaron.
Rápidamente, empezó un ataque de todo el grupo hacia él, que acabó rodeándolo, pero él levantó sus katares lanzando un golpe especial que formó una onda expansiva, lanzando a todos hacia atrás. Cogió rápidamente su venda de los ojos y se lanzó su capa encima, de la forma que sólo los asesinos conocen, y así volviéndose invisible para todos. Sin embargo, Bianca, harta del personaje, detectó su posición por el viento y le lanzó su escudo con una fuerza inimaginable. El escudo le golpeó innumerables veces en círculos, haciendo que pedazos de su capa y sangre saltaran en todas direcciones. Era el gran ataque que Bianca me lanzó el día que la conocí. Tras eso, debía perder el conocimiento por fuerza. De hecho, esto fue lo que le ocurrió: se desplomó ya sin sentido, derrotado. Bianca lo cogió del cuello de su traje y se lo llevó a rastras, en dirección a mi casa.
Parecía cómico, como el despiadado y casi invencible Asesino Cross era arrastrado por los suelos cual una gallina acabada de matar. Por diferencia, éste no estaba muerto, pero había perdido el conocimiento.
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